El imperio de la monogamía está cediendo el ligar, a pasos agigantados, a los intercambios de parejas sexuales y el poliamor
Los tres aparecen sonrientes en la foto del periódico turco Hürriyet: Meliha Avci, Mehmet Avci y Ayse Imdat.
Unos días antes, Ayse de 34 años había donado sangre y un riñon a Meliha, quien llevaba 12 años en diálisis debido a una insuficiencia renal. La noticia podría parecer un gesto solidario y humanitario por parte de la joven, salvo que Ayse es la amante de Mehmet –esposo de la mujer enferma– y tiene una hija de cuatro años con él. La decisión de Ayse fue un acto de amor y seguramente responde a la gratitud que siente por la esposa de su amante, al saber que ésta les había dado la bendición para casarse si ella moría. Ahora los tres se cuidan, se toman fotos y comparten sangre, riñón y esposo.
Lo que hicieron los protagonistas de este noticia fue sencillamente llegar a uno de los tantos acuerdos amorosos que hoy en día experimentan millones de hombres y mujeres en el mundo, acuerdos que tienen tantas variables, matices, intensidades, ajustes, negociaciones, compensaciones, enfoques y desafíos, como individualidades existen. Sí, estamos hablando de las posibilidades amatorias pactadas con una o más personas, para extender los vínculos sexuales y amorosos.
Ligues, ‘frees’, amistades cariñosas o con derechos, amigoviazgo, relaciones abiertas, monogamia, bigamia, poligamia, relaciones jerárquicas, polifidelidad, relaciones mono-poliamorosas, arreglos geométricos, triejas, relaciones grupales, familias combo, redes de relaciones conexas, tribus, cuadras, swingers, matrimonios abiertos, relaciones abiertas, monogamia serial, poliginia, poliandria, relaciones cerradas, relación primaria, relación secundaria, red íntima, triada, mono-bigamia… más lo que vaya acumulando.
El bufete está servido y los comensales pueden probar un solo platillo, repetirlo hasta el hartazgo, picar dos o tres opciones, en el mismo plato o por separado; poner en uno solo los manjares que más les llamen la atención y que puedan digerir mejor; ayudarse de dos platos y no perderse de nada, o simplemente pasar de largo y optar por no indigestarse.
Nuevas formas de relacionarse, de romper y crear nuevos paradigmas, opciones que se multiplican, se cruzan, van y vienen, varían, se combinan, se arman, se desarman, pero sobre todo: se acuerdan, y cada cual bajo su responsabilidad sabe lo que pone en juego, lo que está dispuesto a perder o
ganar, con el riesgo siempre presente de poder controlar la situación o ser rebasado. La oferta es atractiva para millones; a otros los disloca; unos más abren los ojos con sorpresa; algunos son escépticos… lo cierto es que la diversidad amorosa ya está echada andar, y es una oportunidad para replantear la multiplicidad de nuestros afectos y condiciones, como libertad, respeto, responsabilidad y autonomía, que son indispensables para andar por esas rutas.
Detrás de la puertaLa intimidad pareciera que ha tomado nuevos aires. Busca oxigenarse. Replantear su esencia: averiguar en qué momento quedamos atrapados en lo externo y dejamos de mirarnos. Karla Barrios, terapeuta y sexóloga, lo dice en una sola idea: “No sabemos construir nuestras leyes amorosas, las propias, vivimos con modelos externos que se nos imponen y que hemos aceptado como ideales. Tenemos miedo de plantear nuestras necesidades por temor al abandono, al rechazo, a no encajar en los esquemas institucionales”.
Esta gama de acuerdos amorosos, coinciden los especialistas, es una búsqueda de nuevas formas de amar y de tener relaciones satisfactorias, de cambios internos, de exploración de nuestro potencial amoroso, de experiencias subversivas y, sobre todo, de tocar a las puertas de la negociación sentimental con los otros. ¿Qué otra cosa es un acuerdo?
La psicoanalista Collette Soler afirma que ya “no tenemos paradigma del ideal del amor, ni del ideal del otro”. Pero “tenemos amores en plural”. Su diagnóstico es que tenemos amores sin modelos. “Algo nuevo en la historia”, acota. Y eso nos lleva a inventarlos: “los amores sin modelos son amores a merced de los encuentros”. Se agotó el patrón “te exijo que me exijas” o “que me hagas que yo te exija”.
La felicidad se elije Según John Stuart Mill, la felicidad se deriva de una opción racional, no es algo que se consiga mágicamente sino producto de elecciones; es el resultado de un plan de vida, de un sujeto que activa su voluntad para alcanzar la dicha. “El sujeto es el que pugna por controlar sus acciones, por ejercer su capacidad de juicio, por elegir entre diversos objetivos, por legislar su vida”.
Así, cada cual arma su propio modelo de amor y de relación. Como diría Gilles Lipovetsky, las sociedades modernas han entrado en una búsqueda de la realización individual. De lo social pasamos al reinado del ‘sujeto’, explica, que orienta su interés y su sensibilidad al cultivo de las relaciones personales. Este filósofo observa que al hombre contemporáneo lo definen dos características: el aumento en la búsqueda de ayuda profesional y la disminución de la resistencia con que los individuos reconocen que existen problemas en su vida privada.
Por algo el sociólogo y economista inglés Anthony Giddens, en su libro
La transformación de la intimidad (Ediciones Cátedra, 1995), afirma que entre los cambios que la modernidad nos trajo “ninguno supera en importancia a los que tienen lugar en la vida privada, es decir, en la sexualidad, en las relaciones, el matrimonio y la familia”.
El concepto de amor romántico, instaurado en el siglo XVIII, “el tuyo para siempre”, “hasta que la muerte nos separe”, “la vida sin ti no tiene sentido”, “todo lo que soy te lo debo a ti”, no vive sus mejores días. Giddens enfrenta el amor romántico a lo que él llama el amor confluente, que presupone igualdad sexual y emocional, lo cual implica una democratización de los lazos personales entre individuos iguales, es decir, equidad entre los que se aman.
La percepción que se ha construido del amor a través de los siglos ha desencadenado fenómenos sociales y expectativas individuales de todo tipo. Hoy por hoy coexisten versiones simultáneas de la forma de entender el amor: tradicionales, modernas, postmodernas, hipermodernas, una heterogeneidad de percepciones y formas de llevarlo a cabo que se enciman unas con otras. La pareja quiere privacidad pero también estar en el mundo; la vida diaria agota y las personas no resisten esa dinámica, por lo que el enamoramiento, pensado en un principio como eterno, como promesa de estabilidad, muchas veces no puede ser cumplido.
¿Qué es el amor en esta nueva era?, se preguntan los teóricos Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim: “Es la colisión de intereses entre amor, familia y libertad personal”. Las relaciones amorosas y sus distintas mutaciones, lo que hemos denominado ‘posibilidades amatorias’, han entrado en una espiral inagotable. Mucho se ha dicho que el amor romántico es una trampa que eleva las expectativas y cada vez resulta más insuficiente. De ahí que surjan nuevas propuestas. Eso desencadena, según los Beck, “el normal caos del amor”.
“El mismo mono, con la misma mona, en el mismo árbol, toda la vida, no podía ser natural”Las noticias acusan que la infidelidad de ambos sexos va en aumento. En recientes estudios realizados por la UNAM, se encontró que 15 por ciento de las mujeres y 25 por ciento de los hombres han mantenido alguna vez en su vida relaciones extras con personas que no son su pareja. Y si se contabilizaran las infidelidades emocionales, es decir, que no involucraron sexo, los números ascienden a 35 por ciento en las mujeres, y 45 para los varones. ¿Causas? Ellas por problemas de comunicación, insatisfacción sexual, falta de amor, características personales más atractivas de los otros hombres y por venganza. Ellos, el físico de otras mujeres, escasa comunicación, insatisfacción sexual, falta de amor, mala higiene de su pareja, problemas económicos y por venganza.
Judith Eve Lipton, psiquiatra del Swedish Medical Center en Washington y David Barash, psicobiólogo de la Universidad de Washington, autores del libro
El mito de la monogamia. La fidelidad y la infidelidad en los animales y en las personas (Siglo XXI, 2003), advierten que la búsqueda de variedad sexual siempre les ha gustado a ambos géneros. Nada sugiere, según sus investigaciones, que la monogamia sea un modo de vida natural.
Lipton matiza el concepto “natural”: “Andar y hablar son cosas naturales, pero practicar patinaje artístico o tocar el violín maravillosamente son cosas posibles, factibles, pero no naturales. La monogamia es posible, como el arte, pero no es natural; es más natural un modelo sexual en el que la gente encuentre una pareja, haga promesas que luego rompa, se produzca el abandono, a alguien se le rompa el corazón, luego se hagan más promesas, haya más corazones rotos… lo natural es una retahíla de corazones rotos”.
Nos resulta fuerte la reflexión de la psiquiatra sobre un modelo amatorio que provoca más sinsabores que satisfacción emocional-erótica. Y la pregunta entonces es: ¿Para dónde vamos? ¿Por qué los
matrimonios abiertos, los swingers, los poliamorosos… etcétera?
Cada vez menos gente va a querer estar en una relación de dosTodos se están preguntando lo mismo. Desde la neurología hasta la filosofía le han clavado el diente a estas nuevas formas de acceder a las relaciones sentimentales. Algunos pronósticos ponen el dedo en la llaga, como el de Regina Navarro Lins, sexóloga brasileña, que en su libro
La cama reb/velada (Del Nuevo Extremo, 2009), apunta: “En un tiempo muy próximo, las parejas podrán relacionarse por cuestiones afectivas, profesionales o incluso familiares, sin que eso impida que su vida amorosa se multiplique con otros compañeros. Vivir juntos va a ser una decisión mucho más ligada a aspectos prácticos. Cada vez menos gente va optar por encerrarse en una relación de dos. Incluso pueden llegar a tener relaciones estables con varias personas al mismo tiempo y elegirlas por diferentes afinidades”.
Las
alternativas amorosas que han surgido no son otra cosa que un ejercicio de libertad. Se podrán criticar, satanizar, admirar, defender, observar, enjuiciar, elegir, pero ahí están, luchando por obtener su lugar, construyéndose, creando su propio argot, su propia semántica amorosa. Un ejemplo es la palabra “compersión”, que significa satisfacción al saber que la persona a la que quieres está disfrutando con otras personas. A través de la compersión se intentan superar los celos. O poliamorfobia, neologismo propuesto para denominar la fobia irracional hacia el poliamor.
Óscar Chávez Lanz, biólogo y fundador del Grupo Interdisciplinario de Sexología, explica que lo que está detrás de estas opciones amorosas es una revolución sexual producto de la infelicidad acumulada ante la imposición de un modelo monógamo, que no es otra cosa que el sometimiento de dos personas. Fundamenta su planteamiento: “Estos nuevos acuerdos parten de una reflexión ética que reconoce que la otra persona merece igual que yo estar viva y disfrutar de la vida, y en ese sentido, abre la posibilidad de que tengan otras parejas sexuales, ya sean hombres o mujeres. Eso es respeto. Yo te respeto con tus diferencias. Para la monogamia, en cambio, la interpretación es: ‘tú me respetas a mí no andando con nadie más’. Ahí, cuando pido respeto no me refiero a que me respetes como soy, sino a que te sometas a una normatividad”.
Chávez Lanz precisa que en las parejas monógamas ni siquiera se dan los acuerdos, sino que todo se da por supuesto. ¿Qué en concreto? La
exclusividad en términos eróticos. Pero, y si no hay un acuerdo explícito, ¿de dónde sale esa certeza? Los acuerdos, abunda, mejorarían la calidad de vida de las parejas. Afirma que la monogamia para muchas personas es una situación espontánea que incluso disfrutan, “y tienen todo el derecho, esto no se trata de convencer a nadie de que ande con alguien más”.
Karla Barrios, terapeuta que todos los días atiende a parejas en conflicto, sostiene que “no es que la gente se esté volviendo promiscua, es que está tomando mayor conciencia de la necesidad de atender aquello que realmente es importante, y no hacerlo ya les genera conflicto. La monogamia institucional es un modelo estoico, un modelo de culpa en donde todo está prohibido, todo lo placentero es malo y todo lo que se hace de manera consciente se califica de egoísmo”.
De la monogamia a los poliamorosos¿Sirve de algo pontificar cuál es mejor acuerdo amoroso? La monogamia tiene sus defensores y detractores; las relaciones abiertas o matrimonios abiertos sabrán hasta dónde quieren llegar; los swingers tienen sus razones, y los poliamorosos tienen tantas variantes que hasta el intento de clasificarlas es un dolor de cabeza semántico. Todos entrañan una dosis de subversión. Todos están en la misma búsqueda: atender las necesidades amoroso-eróticas de los involucrados. Viven piruetas afectivas, sexuales, emocionales, locuras, libertad de ser.
- Oscar Chavez Lanz define: “La diversidad es lo natural”. Karla Barrios, aclara: “Se están probando alternativas; es nuestro derecho a relacionarnos con cualquiera. Estamos aprendiendo a negociar lo que queremos como personas individuales. Las nuevas relaciones están signadas por la confianza, la comunicación y el acompañamiento”.
- Julio César Jérez, administrador en Facebook del Colectivo Poliamoroso de México, destaca los principios de los poliamorosos: “Honestidad, equidad y compromiso. Aquí nadie es pertenencia de nadie. Somos seres autónomos y nos nutrimos de las otras personas. Las relaciones se basan en la construcción y no tienen fecha. Podemos envejecer juntos o terminar en cualquier momento”.
- Alma Isabel Pérez Salcedo, sexóloga, expone que los swingers buscan fantasías compartidas con la pareja, son fieles, pero no monogámicos. “Te amo, te comparto”, esta es quizá la primera aparente contradicción en los swingers. Argumentan, dice la especialista, que los seres humanos estamos creados para la diversidad sexual y no para la monogamia. “El miedo es el trasfondo de la contradicción, pero lo convierten en confianza. La aterradora imagen de que la pareja goce con otros se transforma en una placentera forma de compartir fantasías y placer mutuo”.
- Yves-Alexandre Thalmann, autor del libro
Las virtudes del poliamor (Plataforma Editorial, 2008), asegura que el principal reto del poliamor es que “hay que reinventarlo todo”. Para Antulio Sánchez, especialista en temas virtuales y amorosos, el poliamor es una moda dentro de un pequeño grupo de personas que entraña contradicciones y paradojas. “La paradoja es que esa actitud rebelde de rechazar la imposición de un esquema de relaciones sentimentales y sexuales, en realidad termina por emprender un periplo sofisticado para seguir promocionando la misma monogamia”.
- Rolando Díaz Loving, Jefe de la División de Posgrado de la Facultad de Psicología de la UNAM y estudioso de las relaciones de pareja, destaca que el principal conflicto es cómo lograr que el amor dure toda la vida. Para ello se creó el matrimonio, pero en la actualidad hay un crisol de formatos. Los poliamorosos defienden su potencial de amar a varias personas, pero el problema se presenta, advierte, “cuando los receptores interpretan que ese sentimiento no es profundo, grandioso ni para toda la vida si es compartido. Los que reciben se quejan bajo el siguiente argumento: si amas a otros, entonces a mí no me quieres como quisiera que lo hicieras”.
Laberintos amorosos, muchas preguntas, variadas percepciones y argumentos válidos para todos. Al final, mejor nos quedamos con una frase de la escritora Anaïs Nin: “Cualquier forma de amor que encuentres, vívelo”.
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