La Túnica Palmaria

jueves, 19 de julio de 2012

El ve porno, ¡Ella se está viendo con Grey!.


“¿Te molesta que tu pareja vea porno? ¿Tiene sentido consumirlo cuando nuestras relaciones íntimas son satisfactorias? ¿Crees que es normal (dichosa palabrita) que se distraiga o se ponga mirando cómo se lo hacen unos personajes de ficción o amateurs? Esta pregunta va dirigida a hombres y mujeres, aún a sabiendas de que somos nosotras quienes solemos quejarnos por ello. Por más vueltas que le dé, no conozco a ningún caballero a quien le moleste que a su dama le guste ver cine X. ¿Acaso existe? Por favor, si es así, que se manifieste.
Así comienza el post, “El ve porno, ella no lo ve claro”, que escribí hace más de un año y generó y sigue generando muchos comentarios, sobre todo de mujeres que no entienden que sus parejas gusten de estas cosas. Sin embargo, en ese momento aún no se había producido el fenómeno de“Cincuenta sombras de Grey”, una trilogía de la que también he escrito (si te interesa leerlo, pica sobre el título del libro) y que está provocando situaciones que me parecen de lo más interesante.
Las mujeres, en general, han dado una impresionante bienvenida al mummy porn (porno para mamás, calificativo desacertado ya que tiene fans de todas las edades). Tal es su aceptación que muchas ya hablan de ello sin ningún tipo de vergüenza y hasta se las ve absortas en el dichoso libro en sitios públicos ¡y sin cortarse! Un amigo que está empapándose de la trilogía (“para entenderos”, se escuda) me contaba lo curioso que le resultó ver como su compañera de asiento en el bus leía el primer volumen, él hacía lo propio con el segundo, sin que ninguno hiciera referencia a la coincidencia… ¿Si hubiera sido un libro de Auster qué hubiera pasado?
El caso es que, de repente, las mujeres están hablando de sexo de otra forma, de prácticas que hasta ahora se tenían por solo para raros (nota para mi misma: se impone un post sobre el sexo kinky), de desear como los tíos… y he de confesar que lo considero una gozada y que muchos hombres, cómo no, comparten mi opinión. En los círculos masculinos donde se habla de la experiencia Grey, bueno la experiencia de que sus parejas estén leyendo la historia de Ana y Christian, muchos expresan su satisfacción por el fenómeno, porque el voltaje erótico ha subido en sus habitaciones. Casi todos comentan que, independientemente de lo rosa y literariamente malo que pueda ser el texto, lo inexistente del personaje al que saben no poder emular (¡no en todo!) y lo disparatado de la historia, ¡hay un antes y un después y que temen el momento en que pase el efecto Grey! Explican que, desde que se han metido en la piel de Ana, sus mujeres quieren más sexo y toman más la iniciativa y ellos, por supuesto, son más felices. Como ejemplo, unas cuantas exclamaciones: “Llevamos dos semanas como conejos”, “un monumento, eso le daría yo a la autora”, “va a acabar conmigo, pero a dios gracias”… Una delicia, pues.
Sin embargo, y aquí va el pero, también he escuchado unas cuantas voces de hombres preocupados. Hombres que dicen sentirse utilizados. Un comentario que refleja muy bien este sentimiento: “Yo solo soy el pene que tiene a mano, pero ella se acuesta con Grey”.Tremendo, ¿no? Pues sí, porque además en muchas ocasiones es probablemente cierto. No es él quien la provoca, es el personaje hecho a la medida del sueño erótico de una mujer… ¡La cruda realidad de la vida! Pero claro, esto me da que pensar. La queja de esos hombres tiene que ver con sentirse objeto, con no entender su lugar en esta historia, con creer qué ellos no le bastan a ellas… y, digo yo, ¿no es eso lo que sienten las mujeres que no llevan bien lo de que a sus parejas les vaya el porno? Curioso no. Sin pretenderlo, ¿les estaremos dando a probar su misma medicina? No afirmo, no quiero venganza (no soy de esas), sólo pienso en voz alta… y aún no he sacado conclusiones, si es que eso es posible.
En el fondo, hay algo que me suena a lugar común: el miedo. El miedo femenino a no estar a la altura de las lobas porno, que están a todas, y el miedo masculino a no ser tan viril (=poderoso y sexualmente irresistible) como el galán de nuestra novela… En definitiva, el miedo a no ser lo que espera mi pareja de mi, el miedo a no serle suficiente… ¡Miedo!
Lo dejo aquí, porque aunque tengo mucho más bullendo en mi inocente coco, creo que mejor le doy un par de vueltas a la cuestión y mejor leo vuestras opiniones, dispuesta a aprender. (Depende de vosotros) que así sea.
*El titular sufre de un problema técnico. No logro subir los puntos suspensivos

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