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BEATRIZ PRECIADO
Género y performance
3 episodios de un cybermanga feminista queer trans…
¿Cómo escribir la historia reciente del feminismo queer y trans? ¿En qué narración se
inscriben los discursos y las prácticas políticas de las minorías sexuales (y entiendo aquí
minoría no como un concepto estadístico, sino en el sentido deleuziano del término como
un “índice revolucionario”? 1 La actual fragmentación del saber feminista, queer y trans,
la carencia de archivos, la precariedad de la traducción, así como la falta de recursos
institucionales y de documentación dedicados a la producción g/local minoritaria, sitúan
la tarea de leer o escribir nuestra historia reciente más cerca del cybermanga policiaco
que de la investigación historiográfica clásica. Los elementos desaparecidos son más
numerosos que los elementos archivados. Incluso ahí donde hay archivo, el criterio de
selección y la saturación hermenéutica de las lecturas canónicas parecen imposibilitar una
genealogía política que dé cuenta, como Foucault pedía, no tanto de los orígenes como de
los momentos de emergencia, de los puntos de fuga, de las inflexiones producidas por la
crítica en el discurso dominante2. Si como Godard había previsto, la historia
contemporánea es como un enorme “dibujo animado” hecho de interferencias entre el
lenguaje y la imagen, habría que decir que la historia minoritaria está, como los dibujos
de Azucena Vieites, hecha de silencios, de contornos que no constituyen figura y de
trazos que se superponen sin crear paisaje. Se trata de un tipo de política-ficción en la que
no se pueden seguir las huellas sin inventarlas.
Una historia cybermanga del feminismo queer trans debería contener una generología,
una crítica de la biopolítica del género, una cartografía de las estrategias de resistencia a
la generización del cuerpo, pero también un mapa de plataformas futuras de producción
de subjetividades transgenderizadas. Aquí sólo podremos esbozar algunas viñetas.
Dibujar una y otra vez algunas líneas mientras otros trazos son irremediablemente
borrados. Este sería un capítulo RTLK 00110904 en un serie abierta. Habría primero que
evaluar la sacudida teórica y política que ha representado en los años 90 la definición del
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género en términos de performance llevada a cabo por un conjunto de teóricas
feministas, posfeministas y queer, como Judith Butler o Eve K. Sedgwick. Sería
necesario establecer una genealogía de la noción misma de performance que nos permita
explicar la ruptura que este concepto opera en los discursos, las prácticas políticas y las
instituciones artísticas. Algunos elementos inexplicados del dossier “género y
performance”: ¿cómo la noción de “performance”, ligada en un principio al dominio de la
representación teatral, de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX y del
“body-art”, ha podido ser utilizada con tal éxito hermenéutico para desnaturalizar la
diferencia sexual y poner fin tanto a los debates entre esencialismo y constructivismo,
como a los de la igualdad y la diferencia, que habían ocupado la escena del feminismo
durante los años 80? ¿Cuáles son los espacios de enunciabilidad a los que pertenece esta
noción? ¿Cómo dar cuenta de este giro performativo en las ciencias sociales? Con
independencia de sus orígenes semánticos (siempre impuros), ¿cuáles son sus campos de
efectuación? ¿Ha modificado esta interpretación en términos de género la dimensión
artística de la noción de performance? ¿Podría este éxito hermenéutico ser responsable de
otros procesos de invisibilización? ¿Por qué los activistas transgénero han criticado
unánimemente esta inflación performativa?
La noción de performance, tal como ha sido utilizada por los textos feministas y queer de
principios de los años 90, depende de una inscripción poética y política múltiple. En
primer lugar, esta noción emerge en el campo semántico del discurso psicoanalítico en el
que Joan Rivière define por primera vez la feminidad como mascarada. Por otro lado,
desde un punto de vista de la teoría del poder y la subjetivación, la noción de
performance traduce en inglés un conjunto de reflexiones acerca de la inscripción de
repeticiones ritualizadas de la ley que diversos autores, desde Foucault (disciplina) hasta
Bourdieu (habitus), llevarán a cabo para explicar los procesos de socialización y de
interiorización de normas. En otro orden de cosas, el llamado movimiento de Arte
Feminista en Estados Unidos durante los 70 va a adoptar la performance como estructura
fundamental de la acción política y estética. En los 90, en la versión butleriana, sin duda
la más influyente, la performances drag queen, y más en concreto la teatralización
hiperbólica de la feminidad en la cultura gay, parecen estar en la base de esta definición
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en términos performativos de la identidad de género. Paralelamente, y desbordando la
falsa ecuación que había igualado género y feminidad en buena parte de los discursos
feministas durante los 70 y 80, cobra visibilidad una cultura drag king de la performance
de la masculinidad. Finalmente, es aquí, en el ámbito del activismo político y de la
producción estética del feminismo y de la cultura drag king, que esta noción performativa
encuentra su sentido último. Me limitaré aquí a dibujar a grandes trazos tres de estos
episodios.
Seguir leyendo ... http://textosqueer.wordpress.com/2012/02/24/beatriz-preciado/
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