La Túnica Palmaria

viernes, 25 de noviembre de 2011

EL DI LDO: UN ELEMENTO QUEER EN LA HISTORIA DEL ARTE

Pi l a r  Ca n o

La imagen del dildo siempre ha aparecido en representaciones artísticas.
En las civilizaciones antiguas estaba colmada de creencias sobre fertilidad
y fortuna. Con el paso de los siglos se fueron reduciendo sus significados
hasta quedarse con el eterno erotismo. En este texto abordaremos una
nueva lectura del dildo, vinculada a las políticas de género e identidad del
queer y del postfeminismo, y que, cómo no, están teniendo eco en las artes
plásticas.
De sustituto del pene a herramienta política
En la cuna de nuestra civilización la fecundación femenina era todo un misterio. El por qué las mujeres sangraban entre las piernas cada tanto, o que
tras inflamarse su barriga hasta casi estallar aparecía una criatura, era
magia.Tan sólo había algo claro y es que para que la mujer engendrara era
imprescindible el hombre. Por ello aunque la feminidad fue asociada con la
madre tierra y la fecundidad, el verdadero símbolo de fertilidad era el falo,
porque daba la semilla, era el dador de vida. Sin embargo, el culto al falo
no sólo se centró en la atracción de fertilidad y abundancia, como se puede
observar en representaciones itifálicas de los dioses egipcios Amun-Ra u
Osiris, sino que por asociaciones simbólicas se identificó también con suerte, valor y poder.Y así podemos interpretar por ejemplo la imagen del hechicero de la cueva de Lascaux, o los pene-amuletos grecorromanos. Pero
entre tanto, el erotismo no dejaba de estar latente en estas imágenes e
incluso se han recogido numerosos ejemplos de pinturas o figurillas de
exclusivo contenido sexual.
Aunque de la época Ptolomaica ya datan vestigios, han trascendido más los
grecorromanos por una cuestión académica: Europa ha estudiado e incorporado con mucho más esmero estas culturas por considerarlas nuestros
antecedentes directos. Como decimos, no sólo existía toda una imaginería
sexual explícita, sino que por entonces los dildos ya desempeñaban su función más práctica e íntima. Beatriz Preciado apunta que en el siglo III a.C.
MATERIA 3, Mirades, miratges, 2003 / pp. 149-156.
2150 Pilar Cano
fuentes escritas demuestran la alta producción de  olisbos. Y así mismo señala
que la ciudad de Mileto era famosa por el
índice de fabricación y exportación de
olisbos de madera o de cuero, que precisaban de abundante aceite de oliva para
su buen uso.
Los dildos no han dejado de existir  y da
prueba de ello la etimología. Preciado
destaca el uso de dos voces utilizadas
desde la Edad Media: gode y  dildo.
Ambas son de origen latino y significan
gozar [goder] y amor [dilectio]. De ellas
derivaron a lo largo de los siglos las
palabras empleadas para denominar a
estos juguetes sexuales, como la francesa
godemichi, la catalana gaudameci —que
hacía referencia al cuero de Ghadames
del que se hacían— y la inglesa dildo.
Saciar los «bajos instintos» siempre quedó en el umbral de la intimidad y
a la sombra de la moral pública, sin embargo el agente del perfecionamiento mecánico y difusión masiva de dildo en los hogares fue la Medicina. Sabemos que una de las enfermedades femeninas del siglo XIX más
conocidas fue la histeria. Esta enfermedad consistía en espasmos, contracciones y parálisis temporales de músculos; en ocasiones también iba
acompañada de perturbaciones psicológicas. Como afirma Thomas
Laqueaur, en realidad no era otra cosa que continencia sexual. La palabra
histeria procede de la griega   que significa matríz. Cuando las
mujeres no tenían relaciones sexuales o éstas no eran satisfactorias, es
decir no llegaban al orgasmo, se producía un desarreglo en los órganos
sexuales internos. Como por entonces la medicina defendía que en las
mujeres había una conexión directa entre el órgano sexual y el  cerebro
(por ser más animales que los hombres), el trastorno sexual provocaba
otro psicológico y fallos en el sistema nervioso. Otra cuestión, que no desarrollaremos aquí, sería los problemas psicológicos que previamente producía dicha insatisfacción sexual; igualmente significativos para aclarar
por qué ser histérica estaba mal visto.Y es que además de existir un poso
sexual, ya de por sí tabú, esas mujeres podían padecer perversiones psicológicas en el sentido freudiano, como inversión de género (lesbianismo),
fetichismo, etc.
El caso es que en las consultas médicas el tratamiento para erradicar la histeria consistía en titilaciones manuales de la vulva y pubis. Posteriormente
se prefeccionó el método mediante un aparato vibrador. Las sesiones resul-
(Pincha en el enlace y sigue leyendo)
http://www.raco.cat/index.php/Materia/article/viewFile/83165/112123

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