La Túnica Palmaria

sábado, 19 de noviembre de 2011

EL DILDO COMO EMBLEMA DE LA TECNOLOGÍA SEXUAL

http://filosofiadelpostporno.blogspot.com/2011/07/el-dildo-como-emblema-de-la-tecnologia.htmlEl colectivo Toxic Lesbian, con Elena García Oliveros (Elena Tóxica) a la cabeza, se encuentra desarrollando un proyecto en el que colaboro como investigadora. Se titula Abiertos y está ideado para explorar la deshinibición lésbica que cientos de mujeres experimentan cada noche en el ambiente liberal, generando una documentación en la línea de la que recopila On Our Backs, revista que contribuye a crear también “desde una estética lesbiana que no rehuye el S/M, toda una nueva mirada erótica de la mujer como sujeto y objeto de deseo, más allá del punto de vista masculino y del mito amigable y tierno que presidió la relación entre mujeres durante los 70.”[1]


Son muchos los frentes donde la mujer ha de pelear por el dominio de su imagen, y es que “la mujer ha sido principalmente imagen, que no representación.”[2] En un artículo de Naomi Salaman titulado “¿Por qué no ha habido grandes pornógrafas?” explica que aunque ha habido gran cantidad de prácticas artísticas en relación a la construcción de la feminidad, la representación de mujeres y la mirada masculina, ha habido muchas menos sobre las espectadoras femeninas y las imágenes de hombres. Si las críticas feministas de arte han partido de la pregunta “¿por qué no ha habido grandes mujeres artistas?”[3] el proyecto de Salaman -a saber, una exposición colectiva en torno al problema del género y que se titulaba “Lo que ella quiere”[4]-, se inicia con la pregunta ¿por qué no ha habido grandes pornógrafas?
Del LaGrace Volcano, Arancia's Pink, fotografía, 2003.

La pregunta me interesa mucho porque Salaman la vincula a la obra de Del LaGrace Volcano y se interroga sobre cómo una mujer puede ser feminista y, a la vez, disfrutar de imágenes consideradas pornográficas, cuestión clave en mi investigación. Bien, la respuesta que da la autora en el texto parte de la publicación del libro de Del LaGraceLove Bites. Se trataba de una publicación de fotografías lésbicas destinadas a un público lesbiano y fueron censuradas incluso en librerías feministas e izquierdistas, por contener  imágenes problemáticas: las de una orgía en el curso de la cual una mujer era penetrada por otra del tipo camionero con un consolador negro mientras la otra la sujetaba. La autora explica que, a través de una conversación con Del LaGrace, supo que el mayor problema con tales fotografías fue que la penetración agresiva se asociaba con lo masculino, antifeminista y negativo.[5]

Lo que hacía a las propias feministas rechazar las imágenes de la orgía lésbica era el acto de la penetración. Todas las participantes de la escena eran lesbianas sin embargo la que llevaba el consolador podía ser interpretada como un varón, o al menos era demasiado masculina. El caso es que el empleo de dildos (o “consoladores”, aunque el término “consolador” provoca un comprensible rechazo) de muy diversas formas se ha popularizado entre personas que apuestan por la desterritorialización del placer, ya que estas herramientas ponen de manifiesto el hecho de que los genitales no son el único ángulo de producción del placer sexual. 

Georges Canguilhem utilizaba en La Conaissance de la Vie una metáfora en la que sugería que las máquinas podrían considerarse órganos de la especie humana. Lo cierto es que los objetos que se emplean en la práctica del sexo actúan muchas veces como prolongaciones del cuerpo humano. “Dildo” es una palabra inglesa que se ha popularizado en sustitución del término “consolador”. Un dildo originalmente es un instrumento náutico que se usaba para asegurar los remos de una lancha. El dildo de madera, que tenía una forma parecida a la de los dildos modernos, se insertaba en un orificio que las naves tenían para este propósito. Es probable que el juguete sexual haya recibido su nombre del instrumento náutico por la similitud de su forma. También es posible que el nombre se derive de la palabra italiana diletto (en español, deleite).[6] 

Un propósito común del transfeminismo, la teoría queer y el postporno es deconstruir las categorías identitarias porque son consideradas opresoras. Desde tal perspectiva el dildo es el emblema de la tecnología sexual, como señala Pilar Cano en su artículo "El dildo: un elemento queer en la historia del arte", ya que la tecnología del sexo evidencia que el género y la normatividad en el sexo son construcciones sociales y culturales impuestas pero no irremediables. Para su superación es interesante el uso del dildo y otros juguetes sexuales, pues rompen con los roles de género, descentran el placer genital, y desbancan la exclusividad de las relaciones heterosexuales, haciendo que vean la luz prácticas periféricas. “El dildo puede crear un espacio simbólico donde se mezclan los géneros y las identidades se confunden. Ese espacio simbólico cuestiona la racionalidad viril y el dildo, que se apropia de los atributos genitales del hombre, crea a la hembra-macho, aunque la hembra mantiene sus señas de identidad en un espacio de luz y sombra, ambiguo, borroso, donde se transforman los valores y se produce el mestizaje de los sexos, la aproximación al mito del andrógino.”[7]

Michel A. Rosen, Molly, fotografía, 1993.

“En el estudio de la relación entre los cuerpos y los objetos sexuales, Gayle Rubin, más que Foucault, aparece como una figura iniciática. Las memorias de Rubin sobre los orígenes de Samois, la primera organización de S/M lesbiana fundada en 1978 en San Francisco, recogen su fascinación por algunas de las fabricaciones extraordinarias de placer y algunos de los instrumentos que participaban en los usos descontextualizados y desvirilizados de los cuerpos, a los que Foucault se había referido con admiración en diversas ocasiones.”[8] Según explica Preciado al respecto, Rubin no concebía hablar sobre fetichismo y sadomasoquismo sin aludir a la producción del caucho, las técnicas usadas para guiar y montar a caballo, el betún brillante de las botas militares, la historia de las medias de seda, el carácter frío y autoritario de los vestidos medievales y la atracción por las motocicletas y los automóviles con los cuales se puede salir de la ciudad y encontrar la evasión. Para Rubin el fetichismo suscita toda una serie de cuestiones relacionadas con los cambios en los modos de producción de objetos, con la historia y la especifidad social del control, de la destreza y de las buenas maneras. Tiende a considerar la sexualidad como parte de una historia de las tecnologías que incluye desde la historia de la producción de objetos de consumo hasta la historia del urbanismo.

Catherine Opie, Pervert, fotografía, 1994.

Se trataría, pues, de repensar el sadomasoquismo y el fetichismo  no tanto como perversiones marginales en relación con la sexualidad “normal” dominante, sino de entenderlos como elementos esenciales de la producción moderna del cuerpo y la relación de éste con los objetos manufacturados, como las agujas clavadas en el cuerpo de Catherine Opie. En 1994 se autorretrató con el torso desnudo, la cabeza cubierta con una capucha negra brillante, cuarenta y seis agujas clavadas en la piel en líneas impecables a lo largo de los brazos y la palabra pervertido recién trazada en el pecho, desafiando las políticas de identidad. De este modo, la historia de la sexualidad se desplaza desde el ámbito de la historia natural de la reproducción. Sin embargo, el tema es controvertido ya que Sheila Jeffreys dejó claro en su libro La herejía lesbiana que existen grupos contra el sadomasoquismo en este mismo ámbito, en concreto, grupos de lesbianas radicalmente en contra de las prácticas sadomasoquistas, pues hacen una asociación negativa entre el sadomasoquismo y el fascismo; negativa en tanto que los vinculan ideológicamente, no se refieren al empleo de ornamentos y la estética militar (de la cual también se apropian las comunidades leather, de mayoría gay) sino que creen que el BDSM implica una aceptación tácita del nazismo y los fascismos en general.[9] 

En 1999 Ron Athey realizó una polémica performance titulada “Ano solar”, para la cual apareció ataviado con tacones de aguja, medias, maquillaje exagerado y una corona de espinas formada por jeringuillas clavadas en zig zag a lo largo de su frente. Athey, que tiene un sol de rayos negros tatuado alrededor de su ano, se tumbó en una silla de ginecología y se autopenetró con los dildos que llevaba atados a sus tacones.

De izquierda a derecha: Mapplethorpe ,Self Portrait with Whip, fotografía, 1978. 
Athey, Solar anus, performance, 1999.

El registro de la performance de Athey recuerda al autorretrato de Mapplethorpe en que aparece con un látigo penetrando su ano. Él fue uno de los primeros artistas en reconocer abiertamente su homosexualidad en Estados Unidos y utilizó la fotografía como plataforma para denunciar la discriminación de este colectivo mediante imágenes sumamente perturbadoras. En varias ocasiones utilizó como modelos a actores del cine porno y elementos relacionados con las prácticas sadomasoquistas de forma intencionada, temas controvertidos en su lucha por la igualdad y el reconocimiento.

El látigo de Mapplethorpe hace referencia a la flagelación erótica, que también puede practicarse con la mano y no sólo con objetos específicos como el látigo (recibiendo en este caso el nombre de spanking). Los instrumentos de azote clásicos son losfloggers o gatos de cola, la paleta, la canne  o vara fina y flexible de fresno o similar, la fusta y también los cinturones, especialmente de piel. Respecto a las esposas, que provocan en el sumiso la sensación de inmovilidad y dependencia hacia el rol dominante, existen numerosos tipos en el mercado del BDSM. En realidad, casi todos estos elementos tienen un aporte simbólico más allá del disfrute físico. Las ataduras y los collares, por ejemplo, simbolizan entrega, aceptación y compromiso.

La flagelación erótica está estrechamente vinculada con el bondage, que consiste en realizar ataduras sobre el cuerpo con fines sexuales. Sigue la tradición del shibarijaponés, que  puede conllevar la inmovilización de la persona pasiva, o no. Asimismo, puede incluir o no la sujeción de la persona a un elemento fijo, la suspensión parcial o total. Las cuerdas suelen ser de algodón o fibras artificiales, pero también pueden ser de yute, paja de arroz, esparto, mezcla, etc. También se entiende de forma extensiva como bondage las inmovilizaciones con esposas, pañuelos o cadenas. Un artista que ha trabajado mucho sobre esta estética es el japonés Nobuyoshi Araki. Por su parte, Toxic Lesbian ha generado, en el marco de Abiertos, una serie de imágenes relacionadas muy interesantes. Os invito a visitar el trabajo de este colectivo en:www.toxiclesbian.com.

Fotograma de uno de los vídeos del proyecto Abiertos de Toxic Lesbian, 2011.

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