Beatriz Gimeno
Malos tiempos para las mujeres (están crecidos)
Revista Trasversales número 25, mayo 2012
Textos de la autora en Trasversales
Blog de la autora
Cuando llegan tiempos de crisis (no es una crisis, es una estafa) que expanden la injusticia y la inseguridad entre millones de personas, suele producirse un crecimiento del populismo, la xenofobia, la intolerancia. En condiciones de inseguridad económica, mucha gente vuelve la vista hacia ideologías (o sectas, o movimientos) que no solo prometen cambios políticos y económicos, sino también sociales y personales. Cuando el mundo se desordena por razones que tienen que ver con la injusticia, se buscan ideologías que ofrezcan parte de la seguridad perdida. Muchas personas buscan esta seguridad en ideologías conservadoras, que son siempre profundamente patriarcales, porque no hay un mundo más seguro que aquel que salvaguardaba, al menos, el poder masculino, una de las más antiguas certezas, uno de los pilares del mundo que conocemos, aunque sea un pilar que las feministas luchamos para derribar.
Está claro que los llamados recortes, la expropiación económica y de derechos, nos afectará mucho más a las mujeres que a los hombres. El llamado Estado del bienestar nos ayudó a liberarnos. La socialización, aunque muy incompleta, del cuidado de la casa, de los hijos e hijas, de las personas mayores y dependientes, supuso un enorme cambio en la vida de la mayoría de las mujeres. El acceso al trabajo, aún en condiciones de desigualdad, también. El cambio nunca ha sido completo porque las estructuras de género –el reparto de responsabilidades familiares- lo han impedido y las resistencias han seguido existiendo, pero aun así ha sido muy grande. Ahora, el ahorro se está produciendo en los sectores que sirvieron para liberar a las mujeres: servicios sociales básicos, educación, sanidad… Y, puesto que no se ha llegado a producir un cambio completo de roles o responsabilidades familiares, este trabajo, asumido parcialmente por el estado, volverá a manos de las mujeres. Pero, aunque esto sea terrible, lo conocemos, llevamos décadas denunciándolo y es posible identificarlo como desigualdad o injusticia.
Sin embargo, aprovechando la inseguridad general y el miedo, los sectores más reaccionarios pretenden imponer, además de su visión económica del mundo, su visión moral. Aprovechan ahora que la protesta está en parte debilitada por el miedo para promover una guerra cultural que intenta revertir los avances sociales de los últimos años, de las últimas décadas incluso; para promover, en definitiva, un retorno al pasado. Y ese pasado que añoran es siempre profundamente patriarcal. Es un mundo en el que el aborto es un crimen, la maternidad es un elemento fundamental de la identidad femenina y, además, es una maternidad tradicional en la que las madres se dedican a sus hijos casi en exclusiva y en el que eso les hace felices, los hombres y las mujeres son completamente diferentes, la homosexualidad es una anormalidad a erradicar o, al menos, a silenciar. La reacción, la caverna, quiere imponer su idea de familia, de mujer, de hombre, su visión del mundo con dos sexos, dos géneros, dos roles sexuales, la tradicional idea dicotómica de los géneros rígidamente construidos que construyen la base de la sociedad patriarcal.
Lo cierto es que es evidente que en este momento estamos en el centro de una fuerte reacción patriarcal. Después de años de avances, en los que la ideología reaccionaria estaba en retroceso, ahora vemos de qué manera están crecidos. Nunca se fueron, en realidad; simplemente se callaron o se escondieron, pero ahora que se sienten alentados y apoyados desde las más altas instancias, salen y se muestran como son: intolerantes, fanáticos, agresivos, irracionales. Ahora que desde el Gobierno se promueve una visión tradicional de las mujeres y de su papel social, que se dificulta el aborto y que se intenta borrar el feminismo; ahora que los obispos tienen barra libre para decir cualquier barbaridad y que desde los medios de comunicación de extrema derecha lanzan insultos y expresiones de odio día sí y día también, mucha gente antifeminista e intolerante se siente legitimada y fuerte para sacar a pasear su rabia.
Leo que un tipo ha agredido a un grupo de mujeres y hombres que celebraban con Píkara el Día de la Visibilidad Lésbica; el presidente de una ONG que combate la intolerancia me comentó el otro día que las agresiones homófobas se están multiplicando aunque aún no sean tan graves como para salir en los medios. Los antifeministas no sólo se han organizado, sino que ahora están crecidos y ya no se cortan en agredir e insultar en la calle, cuando antes sólo lo hacían amparados en el anonimato de sus medios digitales. Lo cierto es que en las últimas semanas, yo misma he sufrido dos episodios de transfobia y lesbofobia al ir de la mano de mi novio trans. No han pasado de imprecaciones callejeras, pero nunca antes me había pasado y eso demuestra que el clima está cambiando muy rápidamente.
Son malos tiempos para las mujeres y para todas las personas diferentes, sean lgtb o inmigrantes. Sólo espero que reaccionemos pronto.
Beatriz Gimeno |
Malos tiempos para las mujeres (están crecidos)
Revista Trasversales número 25, mayo 2012
Textos de la autora en Trasversales
Blog de la autora
Cuando llegan tiempos de crisis (no es una crisis, es una estafa) que expanden la injusticia y la inseguridad entre millones de personas, suele producirse un crecimiento del populismo, la xenofobia, la intolerancia. En condiciones de inseguridad económica, mucha gente vuelve la vista hacia ideologías (o sectas, o movimientos) que no solo prometen cambios políticos y económicos, sino también sociales y personales. Cuando el mundo se desordena por razones que tienen que ver con la injusticia, se buscan ideologías que ofrezcan parte de la seguridad perdida. Muchas personas buscan esta seguridad en ideologías conservadoras, que son siempre profundamente patriarcales, porque no hay un mundo más seguro que aquel que salvaguardaba, al menos, el poder masculino, una de las más antiguas certezas, uno de los pilares del mundo que conocemos, aunque sea un pilar que las feministas luchamos para derribar.
Está claro que los llamados recortes, la expropiación económica y de derechos, nos afectará mucho más a las mujeres que a los hombres. El llamado Estado del bienestar nos ayudó a liberarnos. La socialización, aunque muy incompleta, del cuidado de la casa, de los hijos e hijas, de las personas mayores y dependientes, supuso un enorme cambio en la vida de la mayoría de las mujeres. El acceso al trabajo, aún en condiciones de desigualdad, también. El cambio nunca ha sido completo porque las estructuras de género –el reparto de responsabilidades familiares- lo han impedido y las resistencias han seguido existiendo, pero aun así ha sido muy grande. Ahora, el ahorro se está produciendo en los sectores que sirvieron para liberar a las mujeres: servicios sociales básicos, educación, sanidad… Y, puesto que no se ha llegado a producir un cambio completo de roles o responsabilidades familiares, este trabajo, asumido parcialmente por el estado, volverá a manos de las mujeres. Pero, aunque esto sea terrible, lo conocemos, llevamos décadas denunciándolo y es posible identificarlo como desigualdad o injusticia.
Sin embargo, aprovechando la inseguridad general y el miedo, los sectores más reaccionarios pretenden imponer, además de su visión económica del mundo, su visión moral. Aprovechan ahora que la protesta está en parte debilitada por el miedo para promover una guerra cultural que intenta revertir los avances sociales de los últimos años, de las últimas décadas incluso; para promover, en definitiva, un retorno al pasado. Y ese pasado que añoran es siempre profundamente patriarcal. Es un mundo en el que el aborto es un crimen, la maternidad es un elemento fundamental de la identidad femenina y, además, es una maternidad tradicional en la que las madres se dedican a sus hijos casi en exclusiva y en el que eso les hace felices, los hombres y las mujeres son completamente diferentes, la homosexualidad es una anormalidad a erradicar o, al menos, a silenciar. La reacción, la caverna, quiere imponer su idea de familia, de mujer, de hombre, su visión del mundo con dos sexos, dos géneros, dos roles sexuales, la tradicional idea dicotómica de los géneros rígidamente construidos que construyen la base de la sociedad patriarcal.
Lo cierto es que es evidente que en este momento estamos en el centro de una fuerte reacción patriarcal. Después de años de avances, en los que la ideología reaccionaria estaba en retroceso, ahora vemos de qué manera están crecidos. Nunca se fueron, en realidad; simplemente se callaron o se escondieron, pero ahora que se sienten alentados y apoyados desde las más altas instancias, salen y se muestran como son: intolerantes, fanáticos, agresivos, irracionales. Ahora que desde el Gobierno se promueve una visión tradicional de las mujeres y de su papel social, que se dificulta el aborto y que se intenta borrar el feminismo; ahora que los obispos tienen barra libre para decir cualquier barbaridad y que desde los medios de comunicación de extrema derecha lanzan insultos y expresiones de odio día sí y día también, mucha gente antifeminista e intolerante se siente legitimada y fuerte para sacar a pasear su rabia.
Leo que un tipo ha agredido a un grupo de mujeres y hombres que celebraban con Píkara el Día de la Visibilidad Lésbica; el presidente de una ONG que combate la intolerancia me comentó el otro día que las agresiones homófobas se están multiplicando aunque aún no sean tan graves como para salir en los medios. Los antifeministas no sólo se han organizado, sino que ahora están crecidos y ya no se cortan en agredir e insultar en la calle, cuando antes sólo lo hacían amparados en el anonimato de sus medios digitales. Lo cierto es que en las últimas semanas, yo misma he sufrido dos episodios de transfobia y lesbofobia al ir de la mano de mi novio trans. No han pasado de imprecaciones callejeras, pero nunca antes me había pasado y eso demuestra que el clima está cambiando muy rápidamente.
Son malos tiempos para las mujeres y para todas las personas diferentes, sean lgtb o inmigrantes. Sólo espero que reaccionemos pronto.
guapa,,es muy dificil de leer eso ,,la letra casi del mismo color que el fondo
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