La Túnica Palmaria

sábado, 31 de diciembre de 2011

Las perras que nos pusieron a leer a Butler

Enviado por June Fernández el 11 Diciembre , 2011

June Fernández
Conocí a Medeak en las IV Jornadas Feministas de Euskal Herria celebradas en 2008. Nos apuntamos a su taller de drag king inquietas, expectantes, con ganas de probar eso de performar la masculinidad, pero nerviosas por no saber lo que nos esperaba. Cuando las vimos aparecer por el pasillo, nos entraron ganas de salir corriendo. Iban de negro, vestidas de cuero. Recuerdo especialmente a dos: una, de dómina, con taconazos, medias, liguero, labios rojos, rimmel corrido; otra, de oso, con visera de cuero, camiseta de rejilla y el culo al aire. Así se pasearon por las Jornadas Feministas de Euskal Herria, esas en las que se debatía sobre violencia machista, sobre prostitución, sobre el papel de las mujeres en el conflicto vasco. Todo un shock.
Se las acusó de dividir al movimiento feminista, de frívolas, de imitar modelos masculinos… Pero no se amilanaron, y han logrado influir en la agenda feminista vasca, introduciendo el debate sobre la idoneidad de flexibilizar el sujeto político del feminismo
Hubo tal afluencia de curiosas, que sustituyeron el taller por una charla en la que, mientras una explicaba los fundamentos de la teoría queer y de la práctica drag king, otra se iba travistiendo. Sé que no fui la única que quedó fascinada.
Al día siguiente impartieron una ponencia abrumadora: criticaron las estructuras de organización de las asambleas de mujeres, apostaron por ampliar el sujeto político del feminismo, explicaron por qué trabajan desde el cuerpo, por qué performan la masculinidad, por qué se sienten cerca de las putas, por qué quieren hacer porno.
Fueron la comidilla de las jornadas, claro, y lo continuaron siendo una temporada. Se las acusó de falocéntricas (por los dildos), de dividir al movimiento feminista, de frívolas, de imitar modelos masculinos… Pero no se amilanaron. La siguiente cita fue el congreso Feminismopornopunk que organizaron con Beatriz Preciado y que reunió a las grandes figuras del posporno: Annie Sprinkle, Lazlo Pearlman, Del Lagrace Volcano, todas las “perras” del Estado… Sí, porno underground en Donostia, en un local de la Diputación de Gipuzkoa. Otro shock.
Lo cierto es que, más allá de escandalizarnos, excitarnos o indignarnos con esas propuestas y prácticas transgresoras, Medeak ha logrado influir en la agenda feminista vasca. Hicieron que nos pusiéramos a leer a Butler, a Preciado y a Despentes. Nos acercaron a la desconocida (para la mayoría) realidad trans. Dieron mucho juego en los debates post-Granada sobre la idoneidad de flexibilizar el sujeto político del feminismo. De teoría queer pasaron a hablar de transfeminismo, esa nueva corriente que, en vez de hablar de un sujeto mujer único (y por tanto, excluyente), llama a hermanarse con las otras: trans, inmigrantes, putas… Eso sí, sin renegar nunca del feminismo, construyendo dentro de él, a diferencia de otras defensoras de la teoría queer.
Medeak nos presentó también a grandes del transfeminismo como Diana Pornoterrorista o Itziar Ziga, autora de la imprescindible Devenir perra. Nadie mejor que Itziar para condensar la aportación de sus hermanas de manada al feminismo: “Las Medeak, además de resultar políticamente irresistibles, encarnan una encrucijada hasta hoy inédita entre activismo feminista incesante (del de siempre, codo a codo con las mujeres y las parias de género en sus diversas circunstancias sociales) y planteamientos que cuestionan el binarismo sexual para reventar la inevitabilidad de nuestra opresión.Aglutinan, airean, interpelan, visibilizan y, por tanto, fortalecen al feminismo”. Por lo pronto, es innegable que lo rejuvenecen. Sus jornadas de ani- versario, disfrutadas por cientos de jóvenes de todo el Estado, han disipado todo temor de que no haya relevo para el feminismo.

http://www.pikaramagazine.com/?p=4690 

viernes, 30 de diciembre de 2011

El giro Queer Por proyectil fetal - Tuesday, Apr. 22, 2008 at 8:30 PM proyectilfetal@gmail.com


Proyectil utiliza este medio para difundir…no participa del entretenimiento de anarkoimbéciles, troskxs aburridxs, servicios fallidos y demás especies autoritarias que tienen tiempo y ganas de intervenir en foros para ver quien la tiene más larga…
El Giro Queer por Proyectil Fetal
http://www.proyectilfetal.blogspot.com
proyectilfetal@gmail.com

Hemos, desde aquellas épocas e influencias, mutado. La adscripción a las ideas de los post-estructuralistas no se debe a modas académicas o a la utilización de una jerga sino tiene que ver con la necesidad misma de analizar la sociedad actual para minar y socavar sus poderes desde las bases y ser capaz de destruirla radicalmente. Así como ante el mismo fenómeno, surgió una tendencia autoritaria marxista y otra que puso en el centro el problema de la jerarquía, a saber Bakunin, hoy nos hace falta contar con herramientas acordes a las individualidades emergentes para enfrentar las nuevas formas de dominación, explotación, opresión en nuestros cuerpos.

De allí que sostengamos que aunque el anarquismo no puede no ser feminista, el paso del tiempo ya puso en cuestión cosas de las que tenemos que dar cuenta, como por ejemplo que el binarismo sexual (varón/mujer) es un aparato ideológico del Estado que, como construcción social, produce una ficción cuyo objetivo es falsificar diferencias económicas, políticas, ideológicas como hechos naturales, y de ese modo, perpetuarlas. A través de la repetición de esta noción contingente, como así también de toda otra noción sobre las que se asienta “comodamente” el mundo que hasta ahora hemos conocido (familia, propiedad, trabajo, et cetera), se logra la encarnación de las normas hegemónicas en cuerpos e identidades que se presentan como hechos naturales (biológicos).

La anarquía como sociedad organizada sin autoridad, entendiéndose por autoridad la facultad de imponerse, ha demostrado hasta ahora en nuestra región poco interés por los modos y los medios para abordar estos fenómenos. Muchas veces, esto se debe a la constatación de que las minorías sexuales se normalizan y se asimilan en matrimonio, igualdad legal, representación mediática, etc. Efectivamente gays y lesbianas han dejado de ser un grupo radical, para convertirse en el reservorio de divergencia que alimenta el sistema. Por eso, más que ignorar el fenómeno, es menester llamar la atención sobre las contradicciones y las exclusiones provocadas por las luchas identitarias en busca de igualdad y reconocimiento que contribuyen a naturalizar la violencia de género, y la relación entre violencia y masculinidad, enmascarando la violencia inmanente a las relaciones conyugales y familiares, reforzadas incluso por las leyes de unión civil y derechos para gays y lesbianas, o reproducidas incluso en subculturas (punks) y prácticas libertarias (okupas).

Sin una profunda auto-emancipación de todos los presupuestos naturalizados en nuestros cuerpos, productos de la sociedad de control, aún si el Estado fuera abolido, la opresión y las prácticas de dominación contra cierto tipo de sujetos (desde mujeres rebeldes hasta expresiones de género divergentes) persistirían. Y esto ya fue advertido a principio de siglo XX por la anarquista Emma Goldman, a cuyos textos habría que volver con la misma asiduidad con la que se visita a otros. Más aún, si hay un sujeto del anarquismo, históricamente ha sido el oprimido. Por eso la necesidad inmediata, la urgencia física, carnal, de que el anarquismo, revisando sus cimientos, se rejuvenezca puto y contra hegemónico, que se atreva a hacer estallar las bases mismas de la dominación contenida en nuestros corazones, formateados bajo esa lógica, con un crudo rechazo a todo dogmatismo. Hoy queremos recuperar esa noción para poder trabajar con las subculturas trans, entre otras, que en nuestro país se vuelve fuertemente visible en la identidad travesti[1]. No se trata de una apertura pintoresca hacia una variedad de nuevos sujetos ni caer en posturas esencialistas resistentes al devenir, sino un intento concreto de socavar el poder de la razón iluminista, desacralizar los géneros, y las esencias.

La vida tiene el potencial para ser mucho más que “pan, techo, tierra, pareja, procreación”; como ya dijeron las compañeras de la voz de la mujer: “Hemos decidido levantar nuestra voz en el concierto social y exigir, exigir, decimos, nuestra parte de placeres en el banquete de la vida”. Hoy planteamos barricadas atomizadas y múltiples que tiendan, mediante las astucias corporales, genitales, sexuales disidentes, no hegemónicas y sus prácticas, a la subversión total y posterior destrucción del sistema heteronormativo, capitalista, totalitario, mediante un proceso de cuestionamiento incesante que resista a cierto proceso de devenir mujer para poder construir incluso otras masculinidades.

Si algo hemos aprendido de la muerte de la hegemonía del positivismo, (es decir, la concepción marxista – históricamente probada incorrecta- de que “la revolución” se lleva adelante científicamente, de la misma forma a través de los tiempos), es que las barricadas son múltiples, porque múltiples son las formas de sujeción y dominación. Las resistencias anarco-queer que hoy estamos pensando en nuestra región giran en torno a la cuestión de “quiénes somos” y “cómo hemos llegado a ser” lo que somos, rechazando la violencia simbólica y material que anula la individualidad, atacando el poder, donde sea que se encarne, independientemente de la institución que lo represente de manera visible. Nuestro acercamiento no tiene por objetivo la liberación de las mujeres de la dominación masculina, basada en una diferencia sexual, sino salir de la lógica dialéctica y binaria sexo/género (varón/mujer) que supone una estructura de dominación vertical y sin fisuras, donde a un lado están los varones y al otro las mujeres, o a un lado los poderosos y al otro los oprimidos. La ansiosa obsesión occidental por desambiguar el sexo pretende reducir la expresión de género al único binomio disponible. La sociedad propone unos precipitados de identidad, más que pensar qué se es, es menester pensar entonces qué procesos de dominación nos han llevado "yo soy esto" para poder dinamitar el binomio varón/mujer como dice la filosofa transgénero Beatriz Preciado y así afirmar la multiplicidad infinita de sexos e identidades inclasficables. Suponemos al varón y la mujer como construcciones culturales basadas en principios visuales y anatómicos que son elevado a la categoría de verdades naturales a la vieja usanza medieval, y que excluyen, como patológicos y anómalos, a quienes no encajan con ellas.

No es que neguemos la realidad de opresión de aquellas individualidades socialmente asignadas como mujeres[2], especialmente cruda en los países del tercer mundo, pero tras décadas de feminismos burgueses, de socialismo autoritario, que legitiman el funcionar del estado, que peticionan y reclaman ante las puertas de las autoridades para que resuelvan los problemas de las mujeres (aborto, trata de personas, contracepción etc), que incluso llegan a pretender dirimir diferencias invocando a la policía, que esencializan y totalizan, envuelven y constriñen bajo el rótulo de mujer a todo tipo de expresiones de género libres , incluso al punto de excluirlas de sus agendas políticas (como ser las mujeres trans), llegamos a la conclusión que el “giro queer” supone tener prácticas feministas sin necesidad de ser mujer, en cualquier punto de inserción de lucha social en el que la individualidad se encuentre.

Así como la corriente anarquista más difundida termina quedando cristalizada en un obrerismo que niega las bases mismas que sustentan la idea, debemos procurar no repetir la misma experiencia no solo en el campo de la liberación de la mujer sino también de todas otras minorías, para no caer en esencialismos autoritarios. Cierta vertiente actual del anarco feminismo sigue insistiendo con que la revolución social anarquista va acabar por sí sola con la desigualdad entre los géneros masculinos y femeninos, y no ven que esa división misma está ya el germen de la opresión del poder sobre nuestras vidas.

Ni binarismo sexual, ni binomio sexo/género, de cuyas lógicas se desprenden las inequidades, las desigualdades, la división del trabajo y sus tareas. Ni ciencia ni ningún otro aparato ideológico de represión, simbólico o material, que nos discipline y controle.

[1] La experiencia travesti (que en sudamericana está cruzada fuertemente por clase y etnia, ejercicio de la práctica prostitutiva y un rechazo radical a los aparatos represivos del estado en casi la totalidad de los casos) desmonta el sistema sexo/género al volverlo a montar según otros principios organizadores que contravengan el ideal dimórfico regulador de cuerpos, deseos y placeres.

[2] Para mayor información y datos estadísticos Cf. http://proyectilfetal.blogspot.com/2007/12/dnde-va-el-acento-re
p

Proyectil Fetal mas belicoso que nunca
Proyectil no tiene ni paz ni se toma vacaciones, si se enlentece en la virtualidad es porque toma carrera en las calles, otra vez el riesgo de los días de la acción puta y subrepticia en callejones oscuros…cuidado, quizá estás asistiendo a una acción de Proyectil y no te enteraste, no digas que no te avisamos…Proyectil no firma sus acciones ni necesita credenciales para pensar y actuar, se hace más fuerte en la acción y en la reflexión…

Mientras tanto, leete esto…

La transformación de todo el sistema en el que vivimos no es sin transformación individual, sin crítica interna a todo lo previamente aprendido y acción:

http://proyectilfetal.blogspot.com

Y en indymedia… (nota: Proyectil utiliza este medio para difundir…no participa del entretenimiento de anarkoimbéciles, troskxs aburridxs, servicios fallidos y demás especies autoritarias que tienen tiempo y ganas de intervenir en foros para ver quien la tiene más larga…)

¡Adelante! Que los proyectiles del tiempo estallen detrás.

http://argentina.indymedia.org/news/2008/04/596270.php

jueves, 29 de diciembre de 2011

La política queer de Michel Foucault. David Halperin


Extraído de:
D. Halperin.
San Foucault. Para una hagiografía gay.
Capítulo 2: La política queer de Michel Foucault.
Cuadernos de Litoral. Edelp. Córdoba, 2000. 
Llenen el espacio en blanco: X es a los militantes de la lucha contra el SIDA lo que Norman 0. Brown o Herbert Marcuse fueron a los estudiantes radicales de la Nueva Izquierda. O, para formularlo de otro modo: si imaginamos que todos los sindicalistas de los años treinta llevaban en sus bolsillos traseros una copia del Manifiesto comunista y que los manifestantes pacifistas y los estudiantes contestatarios de los años sesenta tenían en sus jeans un ejemplar de La vida contra la muerte o Cuerpo de amor, de Eros y civilización o El hombre unidimensional, ¿qué libro llevarán en sus camperas de cuero los miembros más reflexivos del ACT UP [AIDS Coalition to Unleasch Power]? ¿Cuál es la fuente principal de inspiración intelectual para los militantes de la lucha contra el SIDA -al menos para aquellos que son propensos a la reflexión teórica? Cuando hice una encuesta asistemática en 1990 a varias personas que habían participado de ACT UP/New York durante la irrupción explosiva de este movimiento a fines de los años ochenta, y les formulé esa pregunta, todos respondieron, sin la menor duda: Michel Foucault, La voluntad de saber.
Ahora eso puede parecer sorprendente, especialmente a los críticos de Foucault de la izquierda tradicional, quienes se escandalizaron por las implicaciones políticas de la noción de poder originalmente articulada por él en Vigilar y castigar, en las entrevistas reunidas en inglés con el título de Poder/saber y, de manera más provocativa, en un capítulo de diez páginas instalado justo en el medio de La voluntad de saber. Pocos filósofos y críticos literarios de izquierda habrían sospechado, menos aún que una década atrás, que Foucault era conducido hacia la santidad política, y mucho menos que iba a ser canonizado como el espíritu fundador de una nueva forma de resistencia popular. Pues, para mucha gente de izquierda, la hipótesis foucaultiana, formulada en La voluntad de saber, de que "el poder está en todas partes" (1) le quitaba libertad a la gente y volvía imposible toda oposición política.
No es difícil comprender qué era lo que los intelectuales tradicionales de izquierda encontraban de siniestro, repelente e incluso de reaccionario en su noción de poder. En primer lugar, el poder, para Foucault, no es una sustancia sino una relación. El poder, por consiguiente, no se posee sino que se ejerce. Esto significa que el poder no debe ser concebido como la propiedad de alguien que se puede identificar y confrontar, ni pensado (al menos en una primera instancia) como algo inherente a ciertos agentes o instituciones. El poder no es una posesión del Monarca, del Padre o del Estado; es un error creer que la sociedad está dividida entre las personas que "tienen" poder y las que no. El poder es lo que caracteriza a las complejas relaciones entre las partes de una sociedad particular y a las interacciones entre los individuos de esa sociedad como relaciones de lucha permanente. Es una situación dinámica, ya sea personal, social o institucional: no es una cantidad de fuerza sino una relación estratégica e inestable. Como el poder, para Foucault, es intrínsecamente relacional, las luchas políticas deben ser descritas no en términos de poder a secas sino en términos de "relaciones de poder" (2).
El poder, entonces, no es entendido como un vector unidireccional que va del opresor al oprimido. Más bien es un medio fluido y omnipresente, inmanente a toda clase de relación social -aunque concentrado o distribuido desigualmente y a menudo estabilizado en su dinámica por el funcionamiento de las instituciones sociales. En otras palabras, Foucault no niega la realidad de la dominación; lo que niega es que la dominación sea toda la historia que hay para contar cuando se habla de poder. E incluso afirma que "el poder viene de abajo" (3).
Por lo tanto, el poder no es intrínseca ni exclusivamente negativo: no es sólo el poder de negar, suprimir o constreñir, de decir "no, no puedes". Es también positivo y productivo. Produce posibilidades de acción, de elección, y finalmente produce las condiciones para el ejercicio de la libertad (así como la libertad constituye una condición para el ejercicio del poder). El poder, entonces, no es lo opuesto de la libertad. Y la libertad no está libre del poder -no es una zona privilegiada situada afuera de éste-, sino que es una potencialidad interior al poder, incluso un efecto de poder (4).
El poder, entonces, está en todas partes. La resistencia al poder se produce dentro del poder mismo, es parte de las relaciones de poder,"de las relaciones estratégicas en que consiste el poder". Lo que escapa de las relaciones de poder-y algo siempre escapa, según Foucault- no está situado en un lugar fuera del alcance del poder, sino que representa su límite, su envés o contrapunto (5). El objetivo de una política opositora no es por lo tanto la liberación sino la resistencia (6). 

Aunque algunos de los críticos de izquierda de Foucault malinterpretaron su afirmación de que "el poder está en todas partes", creyendo que implicaba que las formas contemporáneas de dominación social eran tan completas en sus operaciones y tan abrumadoras en sus efectos que no dejaban ninguna posibilidad de resistencia individual o colectiva, la mayoría no reaccionó contra un concepto totalitario del poder que negaría la posibilidad de resistir a la dominación -un concepto de poder que, de cualquier modo, es totalmente extraño al pensamiento de Foucault-, sino contra algo que parece su opuesto: a saber, la inversión que hace Foucault de la crítica estándar de la izquierda tradicional al totalitarismo. Cuando dice que "el poder está en todas partes", no está hablando del poder en el sentido de una fuerza coercitiva e irresistible (lo que, en su léxico, no se llama "poder" sino "determinación"); se está refiriendo más bien a lo que podríamos llamar poder liberal, es decir, a la clase de poder que funciona en el estado liberal moderno, el cual toma como objetos a los "sujetos libres" y se define completamente en relación con ellos y su libertad. (7



Las formas modernas de gobernabilidad requieren que los ciudadanos sean libres, para que éstos descarguen al Estado de algunas de sus funciones reguladoras, imponiéndose, por su propia voluntad, reglas de conducta y mecanismos de control. La clase de poder en la que Foucault está interesado, lejos de esclavizar a sus objetos, los construye como agentes subjetivos y los preserva en su autonomía, para envolverlos de un modo más completo. El poder liberal no se contenta simplemente con prohibir, ni aterroriza directamente, sino que normaliza, "responsabiliza" y disciplina. El Estado ya no necesita atemorizar o coaccionar a los sujetos para que tengan un comportamiento adecuado: puede, con toda seguridad, dejar que tomen sus propias decisiones en el marco de la sacrosanta esfera privada de la libertad personal en la que ahora habitan, porque dentro de esa esfera ellos controlan libre y espontáneamente su propia conducta y la de los demás. Así "obtienen", al demostrar su capacidad para ejercitarlos, los múltiples derechos asignados por las instituciones del Estado civil a los ciudadanos respetuosos de la ley y sanos de cuerpo y mente.
Lo que choca a la gente de la izquierda tradicional es la idea de que el poder está en todas partes es la visión sombría de la modernidad, del Estado liberal y de los valores progresistas de la Ilustración (tales como la libertad, la verdad y la racionalidad). De acuerdo al análisis de Foucault, la sociedad civil, la investigación científica, la actividad intelectual y la vida personal no son zonas libres de las que el poder se ha retirado progresivamente desde la Ilustración, sino espacios colonizados en los que se ha expandido, proliferado y difundido. Libro tras libro, pero principalmente en La voluntad de saber, Foucault ha mostrado que la separación de lo público y lo privado, del poder y el conocimiento, que es característica de las sociedades liberales modernas, no ha limitado (como se supone a menudo) el campo operativo del poder, sine que ha servido estratégicamente para extender su alcance y multiplicar las técnicas de control social. El liberalismo moderno ha eliminado ciertos modos de dominación sólo para producir muchos otros (que no se presentan como modos de dominación y son más difíciles de cuestionar o combatir); ha promovido una ética y un ideal de la libertad personal, condicionando el ejercicio de esa libertad a una sumisión a nuevas e insidiosas formas de autoridad, a mecanismos de control internalizados cada vez más profundamente.
La visión política de Foucault se vuelve más sombría y radicalmente antiemancipatoria cuando trata la cuestión del sexo. Como Leo Bersani lo resume brevemente: 

La tesis original de La voluntad de saber es que el poder en nuestras sociedades no funciona principalmente reprimiendo pulsiones sexuales espontáneas, sino por la producción de múltiples sexualidades, y que, mediante la clasificación, la distribución y la jerarquización moral de esas sexualidades, los individuos que las practican pueden ser aprobados, tratados, marginados, secuestrados, disciplinados o normalizados. (8

En la visión de Foucault, los movimientos políticos de liberación sexual han sido cómplices e incluso han sido parte- del régimen moderno de la sexualidad; la revolución sexual simplemente ha reforzado los poderes políticos que se proponía derrocar. Pues el efecto de la liberación sexual no ha sido, o no solamente, hacernos libres de expresar nuestra sexualidad, sine exigirnos expresarla -libremente, por supuesto. Ahora podemos elegir más fácilmente cómo ser libres sexualmente, pero ya no es tan simple elegir si queremos ser libres sexualmente, ni qué se considera como libertad sexual, ni dónde trazar la distinción entre expresiones sexuales y las que no lo son, ni cómo relacionar nuestras conductas sexuales, nuestras identidades personales, nuestras vidas públicas y nuestras luchas políticas (9). La liberación sexual tal vez haya liberado nuestra sexualidad, pero no nos ha liberado de nuestra sexualidad; por el contrario, nos ha esclavizado a ella más profundamente. En ese sentido, la clase de libertad que la liberación sexual ha producido nos impone un sometimiento más insidioso. O, a riesgo de parecer orwelliano, nos esclaviza a un modo específico de libertad y convierte en algo impensable el ejercicio de otras libertades. Parafraseando a los Sex Pistols, se podría decir que el régimen moderno de la sexualidad nos quite nuestra libertad en nombre de la libertad -o para ser más precisos, nos quite nuestra libertad imponiéndonos su propia clase de libertad, exigiéndonos ser "libres" de acuerdo a sus definiciones y construyendo la libertad como un "privilegio" que debemos, bajo pena de perderla, usar con responsabilidad y nunca abusar. En nuestro contexto, entonces, Los movimientos de liberación nos atan con más fuerza a aquello de lo que debemos emanciparnos. De lo que finalmente debemos liberarnos, podía ser nada menos que de la "libertad" misma -es decir, del concepto liberal de libertad como ideal regulativo o normativo de una conducta humana responsable y respetuosa. 



No es sorprendente que tales ideas resultaran escandalosas en 1978 cuando La voluntad de saber fue traducida al inglés -y especialmente , al parecer, para los académicos hombres no identificados como gay, de izquierda. La exasperada protesta de Edward Said, quien fuera admirador de Foucault, tipifica esta reacción. En The World, the Text, and the Critic (1983), escribe: 

El problema es que el uso que hace Foucault del término pauvoir se mueve sin cesar, tragándose todos los obstáculos que encuentra en su camino... eliminando el cambio y mistificando su soberanía microfísica... De hecho, la teoría de Foucault del poder es una concepción spinozista, que ha cautivado no sólo a Foucault sine también a muchos de sus lectores que desean ir mas allá del optimismo de la izquierda y del pesimismo de la derecha a fin de justificar el quietismo político mediante un intelectualismo sofisticado, queriendo al mismo tiempo aparecer como realistas, en contacto con el mundo del poder y dotados de un sentido histérico y antiformalista. El problema es que la teoría de Foucault ha trazado un circulo alrededor de sí misma, delimitando un territorio único en el que Foucault se ha encerrado a sí mismo y a otros con él... La resistencia no puede ser al mismo tiempo una alternativa contraria al poder y una función dependiente de él, excepto en algún sentido metafísico y finalmente trivial... La problemática circularidad de la teoría del poder de Foucault es una forma excesiva de totalización teórica... (10

De una manera más moderada, Peter Dew remarca que el poder para Foucault, "no teniendo nada determinado a lo que pudiera oponerse, pierde todo contenido explicativo y se convierte en un ubicuo principio metafísico". Por lo tanto, la obra de Foucault revela "la incapacidad del naturalismo nietzscheano, de una pura teoría de las fuerzas, para aportar un sustituto a los fundamentos normativos de la crítica política" (11). Un reproche similar aparece en el conocido, perceptivo, pero resueltamente poco comprometido ensayo del filósofo Charles Taylor titulado "Foucault sobre la libertad y la verdad". Taylor sostiene que "el poder, en el sentido que le da Foucault, no tiene sentido si no va acompañado al menos de la idea de liberación. La teoría nietzscheana de Foucault sólo puede ser el fundamento de análisis extremadamente monolíticos...' (12). El crítico marxista Frank Lentricchia, en el curso de una lectura de Vigilar y castigar, brillante, detallada, atenta a los matices y en general favorable, destaca la concepción foucaultiana del poder como el elemento más criticable del libro. Afirmando correctamente que "la teoría del poder de Foucault, puesto que da poder a cualquiera, en todas partes y en todo momento , proporciona un medio a la resistencia, pero no un blanco real", Lentricchia concluye: "Puesto que él no deja zonas en penumbras, ni espacios libres para que crezcan alternativas reales, su visión del poder, a pesar de que ofrece posibilidades de invertir la dirección, incita a un determinismo monolítico... y el determinismo incita a la desesperación" (13). Jürgen Habermas clasificó a Foucault, junto con otros pensadores supuestamente "antimodernistas" como Jacques Derrida, como "Jóvenes conservadores" (14). Objeciones similares a las implicaciones políticas de su pensamiento -a su incapacidad de producir una teoría política realmente crítica o de articular un programa positivo de acción política fueron planteadas por muchos autores. Estas objeciones han sido examinadas y refutadas de manera convincente por Keith Gandal, Mark Maslan, Ed Cohen, Judith Butler y Joseph Rouset. (15)
En todo caso, si "el quietismo político" era realmente el mensaje encubierto de las investigaciones de Foucault sobre la naturaleza del poder, como Said sugiere, ese mensaje se perdió en el ACT UP. Este movimiento ha sido acusado de muchas cosas, pero (al menos hasta donde yo sé), ni siquiera Larry Kramer en su mayor exasperación lo ha acusado exactamente de quietismo. Después de todo, ACT UP es la organización que bloqueó el tráfico en el puente Golden Gate en San Francisco, interrumpió una sesión de la Bolsa de Valores de New York y una transmisión del programa televisivo Evening News de la CBS, entre muchas otras acciones espectaculares. (16). Por otra parte, la acusación de "quietismo" es contradictoria con las prácticas de compromiso político de Foucault. Al mismo tiempo que elaboraba sus formulaciones heréticas sobre el poder, el filósofo de
cincuenta años participó de peleas callejeras con la policía, en luchas cuerpo a cuerpo que le provocaron heridas serias -incluyendo, en al menos una ocasión, una costilla rota. "Usar la fuerza física es el trabajo de los policías", explicaba Foucault en las páginas de Liberation el 24 de septiembre de 1975, en referencia a otro episodio; "cualquiera que se oponga a Los policías no debe dejarles que oculten hipócritamente esta fuerza bajo el disfraz de órdenes que deben ser obedecidas de inmediato" (17). Lo que Foucault describía al final de su vida como su "hiperactivismo" comprendía mucho más que unos cuantos actos célebres -como fundar el diario Libération- o realizar una audaz conferencia de prensa en el Madrid de Franco para denunciar un plan del gobierno fascista de ejecutar a diez jóvenes militantes vascos (Foucault y. sus compañeros VIP fueron rápidamente arrestados y deportados, y cinco de los militantes fueron ejecutados más tarde). Desde fines de los sesenta participó incansablemente en el trabajo sucio y concreto de la organización política, yendo a mitines, escribiendo manifiestos, distribuyendo panfletos e incluso en otoño de 1982, dos años antes de su muerte, conduciendo tres mil kilómetros desde Paris hasta Varsovia para llevar medicamentos y contrabandear materiales de impresión a Los miembros sitiados del sindicato Solidarnos. (18).
Toda esta actividad política visible, sin embargo, lejos de calmar a sus críticos de izquierda, parece haber contribuido a aumentar su desconfianza. Richard Rorty, por ejemplo, juzga que "la anarquía política de Foucault" no es más que "un radicalismo chic y autocomplaciente"(19). El término que más se destaca en esa frase es, por supuesto, "autocomplaciente". Al etiquetar así el compromiso de Foucault con esta marca queer de política callejera, Rorty da a entender que ser golpeado por la policía presenta una clase de atracción para los filósofos a la que sólo una persona austera y decidida, capaz de luchar contra la tentación de complacer su gusto por las causas de moda, puede resistirse -como si mantener una distancia de las violentas manifestaciones callejeras no representara el menor esfuerzo para los intelectuales y requiriera de ellos un coraje raro y loable. (David Macey, biógrafo de Foucault, señala que el juicio de Rorty sobre Foucault refleja "poco conocimiento concreto y mucha confianza en el rumor" (20). Las críticas de izquierda de la política de Foucault merecen también ser sometidas a un detallado cuestionamiento político. 

A pesar del impulso rigurosamente antiemancipatorio de su obra y de la desconfianza de sus críticos, Foucault insistía en que sus actividades intelectuales aspiraban a tener un impacto político. Incluso sus investigaciones más eruditas fueron emprendidas con el objetivo de intervenir en las luchas sociales contemporáneas. Foucault estuvo desconcertado aunque finalmente muy complacido por el uso que el movimiento británico antipsiquiátrico le había dada a su primer libro importante, Histona de la locura en la época clásica. Esperaba -de una manera bastante realista como se reveló después- que la publicación de Vigilar y castigar creara un revuelo en la administración del sistema penitenciario francés. Con La voluntad de saber también pretendía intervenir en la política sexual contemporánea. Reflexionando sobre la recepción política de sus obras en una entrevista de 1978, Foucault describía la relación entre sus investigaciones históricas y Los movimientos políticos contemporáneos del siguiente modo: 

Este libro [Vigilar y castigar] utiliza documentos verdaderos, pero de una manera tal que a través de ellos sea posible efectuar no solamente una constatación de verdad sino también una experiencia que autorice una alteración, una transformación de la relación que tenemos con nosotros mismos y el mundo donde, hasta aquí, nos reconocemos sin problemas ( en una palabra, con nuestro saber).
Así, este juego de la verdad y la ficción -o, si prefieren, de la constatación y la fabricación- nos permitirá ver claramente aquello que nos liga - a veces de manera totalmente inconsciente - a nuestra modernidad y al mismo tiempo nos la hará aparecer como alterada. La experiencia que nos permite destacar de manera inteligible ciertos mecanismos (por ejemplo, el encarcelamiento, la penalización, etc.) y la manera en la que llagamos a separarnos de ellos percibiéndolos de una forma completamente diferente debe ser una y la misma cosa. Es verdaderamente el centro de lo que hago. ¿Esto tiene algunas consecuencias, o más bien implicaciones? La primera es que no me apoyo sobre un background teórico continuo y sistemático, la segunda, que no hay libro que no haya escrito sin, al menos en parte, una experiencia directa, personal. He tenido una relación personal compleja con la locura y con la institución psiquiátrica. He tenido también una cierta relación con la enfermedad y la muerte. Escribí sobre el nacimiento de la clínica y la introducción de la muerte en el saber médico, en un momento donde éstas cosas tenían una cierta importancia para mí. Lo mismo ocurrió, por razones diferentes, con la prisión y la sexualidad.
Tercera implicación: no se trata para nada de transponer al saber las experiencias personales . La relación a la experiencia debe, en el libro, permitir una transformación, una metamorfosis, que no sea simplemente la mía, sino que pueda tener un cierto valor, un cierto carácter accesibles a otros, que esta experiencia pueda ser hecha por los otros.
Cuarta cosa, esta experiencia, finalmente, debe poder ser ligada, hasta un cierto punto, a una práctica colectiva, a una manera de pensar. Esto es lo que sucedió, por ejemplo, con un movimientos como aquél de la antipsiquiatría o el de los prisioneros en Francia (21). 

Un parámetro para evaluar el éxito de un libro era, para Foucault, el hecho de que estuviera vinculado, ayudara a movilizar o contribuyera a un proceso de transformación social mayor.
Sin embargo sería un error dar a Foucault demasiado crédito por la emergencia de los estilos contemporáneos de lucha política o inferir de su influencia en los militantes radicales que sus nociones sobre el poder jugaron un rol decisivo en el desarrollo de los nuevos movimientos sociales. A pesar de toda su influencia posterior sobre esos movimientos, el pensamiento de Foucault le debe más a ellos que ellos a él. Algunas de sus más importantes reflexiones teóricas fueron inspiradas directamente por las luchas políticas que él observaba a su alrededor: por ejemplo, y para citar aquellas que él mismo menciona, los movimientos estudiantiles, los movimientos por los derechos del niño o del prisionero, el movimiento antipsiquiátrico, el movimiento de las mujeres o el de las lesbianas y los gays (22) y de cualquier manera es improbable que el prestigio acordado a Foucault, aún en grupos intelectualmente sofisticados como ACT UP/New York, refleje la influencia directa de La voluntad de saber. Es más probable que la influencia de Foucault se haya producido por la mediación de textos contemporáneos de esos movimientos -por ejemplo, textos de historia del arte o critica, de estudios gays y lesbianos, o de teoría política-, así como por el desarrollo de fenómenos sociales más generales tales como la emergencia de prácticas de resistencia subcultural formadas teóricamente o la moda académica por la teoría crítica "postestructuralista" (23). Pero cualquiera sea la relación de causa y efecto entre el pensamiento de Foucault y los nuevos movimientos sociales, es notable que sus especulaciones sobre el poder hayan encontrado su audiencia más receptiva entre los activistas culturales, los militantes de grupos políticos radicales, los miembros de movimientos de resistencia social con alguna conexión con las universidades, y, en su mayoría tal vez, entre los militantes gays y lesbianos.
Es curioso entonces que el texto que lo posicionó, si bien en retrospectiva, como el arquitecto intelectual de los más significativos desarrollos recientes de la política progresista en Los Estados Unidos (y tal vez en todo el mundo) -el texto que, como dice todo el mundo, tienes que haber leído para introducirte en la práctica de la política queer-, es curioso que ese texto resultó ser el mismo que, en el momento de su aparición, despertó vehementes críticas de la izquierda y le significó a su autor la denigración por parte de los supuestos exponentes de la política progresista de ambos lados del Atlántico. ¿Qué vieron los militantes gays en Foucault, y específicamente en La voluntad de saber, que los críticos straight de izquierda no percibieron, y por qué?. 







Notas 

1. En M.Foucault. Historia de la sexualidad: la voluntad del saber, Vol. 1. Siglo xx1. Méjico, 1986. p. 113. Foucault se apresura a explicar, en el mismo pasaje, que "el poder está en todas partes; no es que lo englobe todo, sino que viene de todas partes". En una entrevista posterior agregaba: "si existen relaciones de poder a través de todo el campo social, es porque por todas partes hay libertad... No se me puede atribuir la idea de que el poder es un sistema de dominación que lo controla todo y que no deja ningún espacio a la libertad" ("La ética del cuidado de si como practica de la libertad" en M.Foucault. Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales, volumen III. Paidós. Barcelona, 1999). Mi descripción de la recepción de Foucault, especialmente por parte de los críticos y teóricos de la literatura, le debe mucho al artículo de Mark Maslan, "Foucault and Pragmatism", Raritan 7.3, invierno de 1988, p. 94-114, y a discusiones posteriores con el autor. 

2. M.Foucault. Vigilar y castigar. Siglo xxi. México, 1976. P.33-34; La voluntad de saber; op.cit. P.112-119. "Poderes y estrategias" en M.Foucault. Un diálogo sobre el poder. Alianza. Madrid, 1981; "La ética del cuidado de si como práctica de la libertad". Art.cit. P. 404-406. 

3La voluntad de saber, Op.cit., especialmente "La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad". 

4Vigilar y castigar. Op.cit.; como dice Ed Cohen: ("Foucauldian Necrologies: ´Gay´ ´Politics´? Politically Gay?". Textual Practice 2.1,primavera de 1988.p.87-101") "[Foucault] ofrece una noción más continua del cambio que nunca escapa de los campos del poder, que nunca aspira a libertad por la promesa de la ruptura, sino que busca espacios de creatividad en el presente". 

5. "Michel Foucault, una entrevista sexo, poder y política de la identidad" en Obras esenciales Vol.3. Op.cit.;"No al sexo rey" en Un diálogo sobre el poder. Alianza.Madrid, 1981; "La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad" art.cit.; "Poderes y estrategias" art.cit.:''[sugeriría] que no hay relaciones de poder sin resistencias, que éstas son tanto más reales y eficaces en cuanto se forman en el lugar exacto en que se ejercen las relaciones de poder; la resistencia al poder no debe venir de afuera para ser real, no está atrapada porque sea la compatriota del poder. Existe tanto más en la medida en que está allí donde está el poder; es pues, como él, múltiple e integrable en otras estrategias globales. Pero hay siempre algo en el cuerpo social, en las clases, en los grupos, en los individuos mismos, que escapa en cierto modo a las relaciones de poder... es menos el exterior del poder que su límite, su envés, su contrapunto..." 

6. Ver "Michel Foucault, una entrevista: sexo, poder y política de la identidad". Art.cit. 

7. Ver especialmente M. Foucault, "Omnes et singulatim: hacia una crítica de la razón política" en Tecnologías del yo, Paidós, Barcelona, 1991; "El sujeto y el poder" en: Hubert Dreyfuss y Paul Rabinow, Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica, UNAM, México, 1988; "La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad", art. cit.. El argumento que desarrollo aqui no tiene nada de original; ya ha sido muy bien expuesto, por ejemplo, por Mark Maslan, art. cit. 

8. Leo Bersani, "El papi gay" en Homos, Manantial, Bs.As, 1998 

9.Ver "La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad", art. cit, p. 394-395, donde Foucault expone sus objeciones a la liberación sexual como estrategia política en el marco de una distinción más general entre "liberación", por un lado, y "prácticas de libertad" por el otro: "Siempre he sido un poco desconfiado ante el tema general de la liberación. No quiero decir que la liberación o tal o cual forma determinada de liberación no existan: cuando un pueblo colonizado busca liberarse de su colonizador, se trata de una práctica de liberación en sentido estricto. Pero ya se sabe que... esta práctica de la liberación no basta para definir las prácticas de libertad que a continuación serán necesarias para ese pueblo. A ello obedece que insista más en las prácticas de libertad que en los procesos de liberación que, ha de decirse una vez más, tienen su lugar, pero no me parece que por sí mismos puedan definir todas Las formas prácticas de libertad. Se trata del problema con el que concretamente me he encontrado en relación con la sexualidad: ¿tiene algún sentido decir "liberemos nuestra sexualidad"? ¿El problema no es, más bien, el de intentar definir las prácticas de la libertad mediante las cuales pudiera definirse qué son el placer sexual, las relaciones eróticas, amorosas y pasionales con los otros?" 

10. Edward Said, The World, the Text, and the Critic, Harvard University Press, Cambridge Mass., 1983, p. 245-246. 

11. Peter Dews, "Power and Subjectivity in Foucault" en New Left Review 144, marzo-abril de 1984, p. 72-95. 

12. Charles Taylor, "Foucault sobre la libertad y la verdad" en Foucault, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988, pp. 81-117. 

13. Frank Lentricchia, "Keading Foucault (Punishment, Labor, Resistance)" en Raritan 1.4, primavera de 1982, p. S-32, y 2.1, verano de 1982, p. 41-70. 

14. Jürgen Habermas, "Modernidad, un proyecto incompleto", en El debate Modernidad / Posmodernidad. El cielo por asalto. Buenos Aires, 1993, p. 131-144, cita en p. 143. 

15. Keith Gandal, "Michel Foucault: Intellectual Work and Politics", Telos 67, primavera de 1986, p. 121-134; Maslan, art. Cit; Cohen, art. cit.; Judith Butler, "Contingent Foundations Feminism and the Question of 'Postmodernism"', en Feminist theorize the Polincal, Koutlecige, New York, 1992, p. 3-21, especialmente 12-15; Joseph Rouse, "Power/ Knowledge", en The Cambridge Companion to Foucault, ed. Gary Gutting, Cambridge University Press, Cambridge, 1994, p. 92-114. 

16. Para una breve historia de las actividades políticas de ACT UP/New York, ver Douglas Crimp, con Adam Rolston, AIDS DemoGraphics, Bay Press, Seattle, 1990. 

17. Cit. en Didier Eribon, Michel Foucault. Anagrama, Barcelona, 1992. 

18. Cit. en David Macey, The Lives of Michel Foucault, op. cit. 19;Richard Rorty, "Foucault y la epistemología" en Foucault, op. cit., p. 51-60.

19. Richard Rortry,"Foucault y la epistemología" en Foucault, op. cit, p.51-60
20. Macey, The Lives of Michel Foucault, op. cit 
21. "Entretien avec Mlchel Foucault", Dits et écrits. Gallimard, 1994, t.4, p. 45-46. 
22. Ver. por ejemplo, Foucault, "El sujeto y el poder", art. cit.; "¿Qué es la ilustración?", Obras esenciales, Vol III, op.cit. p. 335-352; "Michel Foucault, una entrevista: sexo. poder y política de la identidad", art. cit., p. 417-429. 
23. Quiero agradecer a Michael Warner par esta observación sobre el carácter mediado de la influencia de Foucault en los militantes contemporáneos.

 http://www.vivilibros.com/excesos/01-art-01.htm?mid=55

Teresa Moure gana el premio Ramón Piñeiro con una aproximación 'queer' a la literatura

La escritora Teresa Moure FOTO: IRIA MARTÍNEZ

Una mirada desde la teoría queer a la literatura gallega se llevó ayer el premio Ramón Piñeiro de Ensaio, convocado por la Editorial Galaxia y la Secretaría Xeral de Política Lingüística. Su autora, la novelista y profesora Teresa Moure (Monforte de Lemos, 1969), repite: con Outro idioma é posible exploró las posibilidades de oponerse a la dominación mundial del inglés y ganó el mismo galardón en 2004. Esta vez, el objetivo es distinto. Queer-emos un mundo novo. Sobre cápsulas, xéneros e falsas clasificaciónsprocura, según la nota editorial difundida ayer, "transcender lo literario, ya que tiene un claro potencial para incidir en el debate social en Galicia".

      La noticia en otros webs

      "El texto premiado", asegura el comunicado, "abarca también los usos inclusivos del lenguaje. Y cuestiona la utilidad de formas como 'boas tardes a todos e a todas', con las que se vacía el potencial transformador del feminismo". La teoría queer, que ya planeaba en parte de la narrativa de la autora -en Benquerida catástrofe (Xerais, 2007), por ejemplo-, niega las categorías hegemónicas sobre género y sexualidad, que considera un producto cultural del dominio heterosexual. "El ensayo de Teresa Moure", dice el documento del fallo del certamen, "va más allá de la tradición feminista para criticar la construcción de las categorías hombre/mujer y desmontar tanto la tradición heteronormativa como la del propio feminismo".
      El jurado del Ramón Piñeiro de Ensaio, dotado con 6.000 euros y en cuya organización colabora la empresa Gas Natural Fenosa y el Centro Ramón Piñeiro de Humanidades, lo compusieron el decano de la facultad de Filoloxía de Santiago Ernesto González Seoane, los profesores Susana Reboreda Morillo y Anxo Tarrío, el editor Carlos Lema y María López Sández, que ganó el premio en 2009 con Paisaxe e nación. A creación discursiva do territorio. A esta edición del mismo se presentaron 12 trabajos, de los que el tribunal destacó "la calidad y la variedad de los temas abordados en ellos". La Editorial Galaxia, que recientemente ha sacado a las librerías el libro vencedor el pasado año -A arte do imposible, de Ramón Máiz- publicará Queer-emos un mundo novo a lo largo de 2012.

      viernes, 23 de diciembre de 2011

      APORTACIONES DEL PENSAMIENTO QUEER A UNA TEORÍA DE LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL

      Concepción Ortega Cruz


      Cuando pretendes dirigirte a un público amplio y heterogéneo creo que la 
      mejor estrategia es no dar por supuesto nada. Si a esta convicción personal 
      se le une el hecho de que en muchas ocasiones al hablar de lo queer no resulta sencillo unifi car criterios, la mejor forma de comenzar (o al menos la que nos 
      permite disminuir riesgos) es ofrecer una defi nición consensuada que nos sirva de 
      lugar común a la hora de desarrollar el discurso. El único inconveniente es que esa 
      defi nición consensuada no existe cuando nos referimos a lo queer. 
      Una de las  principales premisas del movimiento queer es rechazar las defi niciones: nombrar es matar, defi ende Marla Morris
      1
      . Manifestarse en contra del nombrar 
      es rebelarse contra la sujeción de la norma y esta situación, obviamente, nos enfrenta 
      a un dilema: ¿cómo podemos hablar sobre algo que se resiste a ser defi nido? Nuestra 
      naturaleza simbólica nos aboca a nombrar y, si lo que se nos ofrece son conceptos de 
      límites borrosos (como ocurre con lo queer), la tensión se debate entre la polisemia 
      y los malos entendidos. Claro refl ejo de esta situación es la múltiple variedad de 
      opciones entre las que podemos elegir a la hora de traducir al castellano la palabra 
      queer: raro, extraño, desviado, torcido, homosexual, lesbiana, excéntrico, enfermo, marica, bollera... un amplio campo semántico cuyo denominador común es la referencia 
      a lo residual, a lo que en el mejor de los casos puede ser aceptado pero nunca igualado con “los normales”.  Por ello, a los sujetos queer no les queda más alternativa 
      que reivindicar su propio espacio, un espacio político que dinamite los pilares de la 
      norma
      2
      .  
      El objetivo fundamental de este breve artículo es analizar ese espacio exponiendo 
      las características principales del movimiento queer. Pero no quiero conformarme 
      con ello. Quiero reivindicar que para que dicho espacio político despliegue todo 
      su potencial crítico y transformador tiene que comprometerse activamente con la 
      lucha anticapitalista y antipatriarcal. Sé que de esta forma se me puede acusar de 
      estar exigiéndole demasiado al movimiento queer (espero poder demostrar, al menos 
      como esbozo, que este compromiso político es el requisito mínimo necesario para 44 Cuadernos del Ateneo
      que las tesis básicas del pensamiento queer se sostengan en pie). Sé que se me puede 
      acusar de trasnochada al defender una premisa supuestamente caduca como es la 
      de la necesaria transformación social (a esta acusación no voy a dar respuesta por la 
      sencilla razón de que ya los hechos se encargan de desacreditar los argumentos tan 
      abiertamente conciliados con el poder). También me enfrento a la posible crítica 
      de que al exponer estoy defi niendo y esta defi nición contradice las reivindicaciones 
      queer. Si la alternativa al decir es el silencio, prefi ero correr los riesgos del nombrar a 
      sabiendas de que el nombrar se puede convertir en la cosa misma.

      Leer más...  http://www.ateneodelalaguna.es/pdf/ATENEO26/ortega.pdf
      .

      La significación del falo [1958]


       Jacques Lacan (Escritos 2) 
      Conferencia pronunciada por Lacan en alemán ("Die Bedeutung des Pahallus") el 9 de mayo de 1958 en el Instituto Max Planck de Munich

      Es sabido que el complejo de castración inconsciente tiene una función de nudo.
      1ro. en la estructuración dinámica de los síntomas en el sentido analítico del término, queremos decir de lo que es analizable en las neurosis, las perversiones y las psicosis;

      2do. en una regulación del desarrollo que da su ratio a este primer papel: a saber la instalación en el sujeto de una posición inconsciente sin la cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera responder sin graves vicisitudes a las necesidades de su partenaire en la relación sexual e incluso acoger con justeza las del niño que es procreado en ellas.

      Hay aquí una antinomia interna a la asunción por el hombre (Mensch) de su sexo: ¿por qué no debe asumir sus atributos sino a través de una amenaza, incluso bajo el aspecto de una privación? Es sabido que Freud en El malestar en la cultura, llegó hasta sugerir un desarreglo no contingente, sino esencial de la sexualidad humana y que uno de sus últimos artículos se refiere a la irreductibilidad a todo análisis finito (endliche) de las secuelas que resultan del complejo de castración en el inconsciente masculino, del penisneid en el inconsciente de la mujer.

      Esta aporía no es la única pero es la primera que la experiencia freudiana y la metapsicología que resulta de ella introdujeron en nuestra experiencia del hombre. Es insoluble en toda reducción a datos biológicos: la solo necesidad del mito subyacente a la estructuración del complejo de Edipo lo demuestra suficientemente.

      No es sino un artificio invocar para esta ocasión un elemento adquirido de amnesia hereditaria, no sólo porque éste es en el mismo discutible, sino porque deja el problema intacto: ¿cuál es el nexo del asesinato del padre con el pacto de la ley primordial, si está incluido en él que la castración sea el castigo del incesto?

      Sólo sobre la base de los hechos clínicos puede ser fecunda la discusión. Estos demuestran una relación del sujeto con el falo que se establece independientemente de la diferencia anatómica de los sexos y que es por ello de una interpretación especialmente espinosa en la mujer y con relación a la mujer, concretamente en los cuatro capítulos siguientes:

      1o. de por qué la niña se considera a sí misma, aunque fuese por un momento, como castrada, en cuanto que ese término quiere decir: privada de falo, y por la operación de alguien, el cual es en primer lugar su madre, punto importante, y después su padre, pero de una manera tal que es preciso reconocer allí una transferencia en el sentido analítico del término;

      2o. de por qué más primordialmente, en los dos sexos, la madre es considerada como provista de falo, como madre fálica;

      3o. de por qué correlativamente la significación de la castración no toma de hecho (clínicamente manifiesto) su alcance eficiente en cuanto a la formación de los síntomas sino a partir de su descubrimiento como castración de la madre;

      4o. estos tres problemas culminan en la cuestión de la razón, en el desarrollo, de la fase fálica. Es sabido que Freud especifica bajo este término la primera maduración genital: en cuanto que por una parte se caracteriza por la dominación imaginaria del atributo fálico, y por el goce masturbatorio, y por otra parte localiza este goce en la mujer en el clítoris, promovido así a la función del falo, y que parece excluir así en los dos sexos, hasta la terminación de esta fase, es decir hasta la declinación del Edipo, toda localización instintual de la vagina como lugar de la penetración genital.

      Esta ignorancia es muy sospechosa de desconocimiento en el sentido técnico del término, y tanto más cuanto que a veces es totalmente inventada. ¿Concordaría únicamente con la fábula en la que Longo nos muestra la iniciación de Dafnis y Cloe subordinada a los esclarecimientos de una anciana?

      Así es como ciertos autores se vieron arrastrados a considerar la fase fálica como efecto de una represión, y la función que toma en ella el objeto fálico como un síntoma. La dificultad empieza cuando se trata de saber qué síntoma: fobia, dice uno, perversión, dice otro, y a veces el mismo. Este último caso parece el no va más: no es que no se presenten interesantes trasmutaciones del objeto de una fobia en fetiche, pero precisamente si son interesantes es por la diferencia de su lugar en la estructura. Pedir a los autores que formulen esa diferencia en las perspectivas actualmente en favor bajo el título de relación de objeto sería pretensión vana. Esto en cuanto a esa materia, a falta de otra referencia que la noción aproximada de objeto parcial, nunca criticada desde que Karl Abraham la introdujo, por desgracia debido a las grandes facilidades que ofrece a nuestra época.

      Queda el hecho de que la discusión ahora abandonada sobre la fase fálica, releyendo los textos sobre ella que subsisten de los años 1928-32, nos refresca por el ejemplo de una pasión doctrinal a la que la degradación del psicoanálisis, consecutivo a su trasplante americano, añade un valor nostálgico.

      Con sólo resumir el debate no podría dejar de alterarse la diversidad auténtica de las posiciones tomadas por una Helene Deutsch, una Karen Homey, un Ernest Jones, para limitarnos a los más eminentes.

      La sucesión de los tres artículos que este último consagró al tema es especialmente sugestiva: aunque sólo fuese por el enfoque primero sobre el que construye y que señala el término por él forjado de afanisis. Pues planteando muy justamente el problema de la relación de la castración con el deseo, hace patente en ello su incapacidad para reconocer lo que sin embargo rodea de tan cerca, que el término que dentro de poco nos dará su clave parece surgir de su falta misma.

      Se encontrará especialmente divertido su éxito en articular bajo la égida de la letra misma de Freud una posición que le es estrictamente opuesta: verdadero modelo en un género difícil.

      No por ello se deja ahogar el pez, que parece ridiculizar en Jones su alegato tendiente a restablecer la igualdad de los derechos naturales (¿acaso no lo empuja hasta el punto de cerrarlo con el "Dios los creó hombre y mujer" de la Biblia?). De hecho, ¿qué ha ganado al normalizar la función del falo como objeto parcial, si necesita invocar su presencia en el cuerpo de la madre como objeto interno, término que es función de las fantasías reveladas por Melanie Klein, y si no puede separarse otro tanto de la doctrina de esta última, refiriendo esas fantasías a la recurrencia hasta los límites de la primera infancia, de Ia formación edípica?

      No nos engañemos si reanudamos la cuestión preguntándonos qué es lo que podría imponer a Freud la evidente paradoja de su posición. Porque nos veremos obligados a admitir que estaba mejor guiado que cualquier otro en su reconocimiento del orden de los fenómenos inconscientes de los que él era el inventor, y que, a falta de una articulación suficiente de la naturaleza de esos fenómenos, sus seguidores estaban condenados a extraviarse más o menos.

      Partiendo de esta apuesta -que asentamos como principio de un comentario de la obra de Freud que proseguimos desde hace siete años- es como nos hemos visto conducidos a ciertos resultados: en primer lugar, a promover como necesaria para toda articulación del fenómeno analítico la noción de significante, en cuanto se opone a la de significado en el análisis lingüístico moderno. De ésta Freud no podía tener conocimiento, puesto que nació más tarde, pero pretendemos que el descubrimiento de Freud toma su relieve precisamente por haber debido anticipar sus fórmulas, partiendo de un dominio donde no podía esperarse que se reconociese su reinado. Inversamente, es el descubrimiento de Freud el que da a la oposición del significante y el significado el alcance efectivo en que conviene entenderlo: a saber que el significante tiene función activa en la determinación de los efectos en que lo significable aparece como sufriendo su marca, convirtiéndose por medio de esa pasión en el significado.

      Esta pasión del significante se convierte entonces en una dimensión nueva de la condición humana, en cuanto que no es únicamente el hombre quien habla, sino que en el hombre y por el hombre "ello" habla, y su naturaleza resulta tejida por efectos donde se encuentra la estructura del lenguaje del cual él se convierte en la materia, y por eso resuena en él, más allá de todo lo que pudo concebir la psicología de las ideas, la relación de la palabra.

      Puede decirse así que las consecuencias del descubrimiento del inconsciente no han sido ni siquiera entrevistas aún en la teoría, aunque ya su sacudida se ha hecho sentir en la praxis, más de lo que lo medimos todavía, incluso cuando se traduce en efectos de retroceso.

      Precisamos que esta promoción de la relación del hombre con el significante como tal no tiene nada que ver con una posición "culturalista" en el sentido ordinario del término, aquella en la cual Karen Horney, por ejemplo, resultó anticiparse en la querella sobre el falo por su posición, calificada por Freud de feminista. No es de la relación del hombre con el lenguaje en cuanto fenómeno social de lo que se trata, puesto que ni siquiera se plantea algo que se parezca a esa psicogénesis ideológica conocida, y que no queda superada por el recurso perentorio a la noción completamente metafísica, bajo su petición de principio de apelación a lo concreto, irrisoriamente transmitida bajo el nombre de afecto.

      Se trata de encontrar en las leyes que rigen ese otro escenario (eine andere Schauplatz) que Freud, a propósito de los sueños, designa como el del inconsciente, los efectos que se descubren al nivel de la cadena de elementos materialmente inestables que constituye el lenguaje: efectos determinados por el doble juego de la combinación y de la sustitución en el significante, según las dos vertientes generadoras del significado que constituyen la metonimia y la metáfora; efectos determinantes para la institución del sujeto. En esa prueba aparece una topología en el sentido matemático del término, sin la cual pronto se da uno cuenta de que es imposible notar tan siquiera la estructura de un síntoma en el sentido analítico del término.

      "Ello" habla en el Otro, decimos, designando por el Otro el lugar mismo que evoca el recurso a la palabra en toda relación en la que interviene. Si "ello" habla en el Otro, ya sea que el sujeto lo escuche o no con su oreja, es qué es allí donde el sujeto, por una anterioridad lógica a todo despertar del significado, encuentra su Iugar significante. El descubrimiento de lo que articula en ese lugar, es decir en el inconsciente, nos permite captar al precio de qué división (Spaltung) se ha constituido así.

      El falo aquí se esclarece por su función. El falo en la doctrina freudiana no es una fantasía, si hay que entender por ello un efecto imaginario. No es tampoco como tal un objeto (parcial, interno, bueno, malo, etc...) en la medida en que ese término tiende a apreciar la realidad interesada en una relación. Menos aún es el órgano, pene o clítoris, que simboliza. Y no sin razón tomó Freud su referencia del simulacro que era para los antiguos.

      Pues el falo es un significante, un significante cuya función, en la economía intrasubjetiva del análisis, levanta tal vez el velo de la que tenía en los misterios. Pues es el significante destinado a designar en su conjunto los efectos del significado, en cuanto el significante los condiciona por su presencia de significante.

      Examinemos pues los efectos de esa presencia. Son en primer lugar los de una desviación de las necesidades del hombre por el hecho de que habla, en el sentido de que en la medida en que sus necesidades están sujetas a la demanda, retornan a él enajenadas. Esto no es el efecto de su dependencia real (no debe creerse que se encuentra aquí esa concepción parásita que es la noción de dependencia en la teoría de la neurosis), sino de la conformación significante como tal y del hecho de que su mensaje es emitido desde el lugar del Otro.

      Lo que se encuentra así enajenado en las necesidades constituye una Urverdrängung por no poder, por hipótesis, articularse en la demanda pero que aparece en un retoño, que es lo que se presenta en el hombre como el deseo (das Begehren) . La fenomenología que se desprende de la experiencia analítica es sin duda de una naturaleza tal como para demostrar en el deseo el carácter paradójico, desviado, errático, excentrado, incluso escandaloso, por el cual se distingue de la necesidad. Es éste incluso un hecho demasiado afirmado para no haberse impuesto desde siempre a los moralistas dignos de este nombre. El freudismo de antaño parecía deber dar su estatuto a este hecho. Paradójicamente, sin embargo, el psicoanálisis resulta encontrarse a la cabeza del oscurantismo de siempre y más adormecedor por negar el hecho en un ideal de reducción teórica y práctica del deseo a la necesidad.

      Por eso necesitamos articular aquí ese estatuto partiendo de la demanda, cuyas características propias quedan eludidas en la noción de frustración (que Freud no empleó nunca).

      La demanda en sí se refiere a otra cosa que a las satisfacciones que reclama. Es demanda de una presencia o de una ausencia. Cosa que manifiesta la relación primordial con la madre, por estar preñada de ese Otro que ha de situarse más acá de las necesidades que puede colmar. Lo constituye ya como provisto del "privilegio" de satisfacer las necesidades, es decir del poder de privarlas de lo único con que se satisfacen. Ese privilegio del Otro dibuja así la forma radical del don de lo que no tiene, o sea lo que se llama su amor.

      Es así como la demanda anula (aufhebt) la particularidad de todo lo que puede ser concedido trasmutándolo en prueba de amor, y las satisfacciones incluso que obtiene para la necesidad se rebajan (sich erniedrigt) a no ser ya sino el aplastamiento de la demanda de amor (todo esto perfectamente sensible en la psicología de los primeros cuidados, a la que nuestros analistas-nurses se han dedicado).

      Hay pues una necesidad de que la particularidad así abolida reaparezca más allá de la demanda. Reaparece efectivamente allá, pero conservando la estructura que esconde lo incondicionado de la demanda de amor. Mediante un vuelco que no es simple negación de la negación, el poder de la pura pérdida surge del residuo de una obliteración. A lo incondicionado de la demanda, el deseo sustituye la condición "absoluta": esa condición desanuda en efecto lo que la prueba de amor tiene de rebelde a la satisfacción de una necesidad. Así, el deseo no es ni el apetito de la satisfacción, ni la demanda de amor, sino la diferencia que resulta de la sustracción del primero a la segunda, el fenómeno mismo de su escisión (Spaltung).

      Puede concebirse cómo la relación sexual ocupa ese campo cerrado del deseo, y va en él a jugar su suerte. Es que es el campo hecho para que se produzca en él el enigma que esa relación provoca en el sujeto al "significársela" doblemente: retorno de la demanda que suscita, en [forma de] demanda sobre el sujeto de la necesidad; ambigüedad presentificada sobre el Otro en tela de juicio en la prueba de amor demandada. La hiancia de este enigma manifiesta lo que lo determina, en la fórmula más simple para hacerlo patente, a saber: que el sujeto, lo mismo que el Otro, para cada uno de los participantes en la relación, no pueden bastarse por ser sujetos de la necesidad, ni objetos del amor, sino que deben ocupar el lugar de causa del deseo.

      Esta verdad está en el corazón, en la vida sexual, de todas las malformaciones posibles del campo del psicoanálisis. Constituye también en ella la condición de la felicidad del sujeto, y disimular su hiancia remitiéndose a la virtud de lo "genital" para resolverla por medio de la maduración de la ternura (es decir del recurso único al Otro como realidad), por muy piadosa que sea su intención, no deja de ser una estafa. Es preciso decir aquí que los analistas franceses, con la hipócrita noción de oblatividad genital, han abierto la marcha moralizante, que a los compases de orfeones salvacionistas se prosigue ahora en todas partes.

      De todas maneras, el hombre no puede aspirar a ser íntegro (a la "personalidad total", otra premisa en que se desvía la psicoterapia moderna), desde el momento en que el juego de desplazamiento de condensación al que está destinado en el ejercicio de sus funciones marca su relación de sujeto con el significante.

      El falo es el significante privilegiado de esa marca en que la parte del logos se une al advenimiento del deseo.

      Puede decirse que ese significante es escogido como lo más sobresaliente de lo que puede captarse en lo real de la copulación sexual, a la vez que como el más simbólico en el sentido literal (tipográfico) de este término, puesto que equivale allí a la cópula (lógica). Puede decirse también que es por su turgencia la imagen del flujo vital en cuanto pasa a la generación.

      Todas estas expresiones no hacen sino seguir velando el hecho de que no puede desempeñar su papal sino velado, es decir como signo él mismo de la latencia de que adolece todo significable, desde el momento en que es elevado (aufgehoben) a la función de significante.

      El falo es el significante de esa Aufhebung misma que inaugura (inicia) por su desaparición. Por eso el demonio del Aidwz (Scham) surge en el momento mismo en que en el misterio antiguo, el falo es develado (cf. la pintura célebre de la Villa de Pompeya).

      Se convierte entonces en la barra que, por la mano de ese demonio, cae sobre el significado, marcándolo como la progenitura bastarda de su concatenación significante.

      Así es como se produce una condición de complementariedad en la instauración del sujeto por el significante, la cual explica su Spaltung y el movimiento de intervención en que se acaba.

      A saber:

      1. que el sujeto sólo designa su ser poniendo una barra en todo lo que significa, tal como aparece en el hecho de que quiera ser amado por sí mismo, espejismo que no se reduce por ser denunciarlo como gramatical (puesto que implica la abolición del discurso);

      2. que lo que está viva de ese ser en Io urverdrängt encuentra su significante por recibir la marca de la Verdränguag del falo (gracias a lo cual el inconsciente es lenguaje).

      El falo como significante da la razón del deseo (en la acepción en que el término es empleado como "media y extrema razón" de la división armónica).

      Así pues, es como un algoritmo como voy a emplearlo ahora, ya que, si no quiero inflar indefinidamente mi exposición, no puedo sino confiar en el eco de la experiencia que nos une para hacer captar a ustedes ese empleo,

      Que el falo sea un significante es algo que impone que sea en el lugar del Otro donde el sujeto tenga acceso a él. Pero como ese significante no está allí sino velado y como razón del deseo del Otro, es ese deseo del Otro como tal lo que al sujeto se le impone reconocer, es decir el otro en cuanto que es él mismo sujeto dividido de la Spaltung significante.

      Las emergencias que aparecen en la génesis psicológica confirman esa función significante del falo.

      Así en primer lugar se formula más correctamente el hecho kleiniano de que el niño aprehenda desde el origen que la madre "contiene" el falo.

      Pero es en la dialéctica de la demanda de amor y de la prueba del deseo donde se ordena el desarrollo.

      La demanda de amor no puede sino padecer de un deseo cuyo significante le es extraño. Si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacerlo. Así la división inmanente al deseo se hace sentir ya por ser experimentada en el deseo del otro, en la medida en que se opone ya a que el sujeto se satisfaga presentando al otro lo que puede tener de real que responda a ese falo, pues lo que tiene no vale más que lo que no tiene, para su demanda de amor que quisiera que lo fuese.

      Esa prueba del deseo del Otro, la clínica nos muestra que no es decisivo en cuanto que el sujeto se entera en ella de si éI mismo tiene o no tiene un falo real, sino en cuanto que se entera de que la madre no lo tiene. Tal es el momento de la experiencia sin el cual ninguna consecuencia sintomática (fobia) o estructural (Penisneid) que se refiera al complejo de castración tiene efecto. Aquí se sella la conjunción del deseo en la medida en que el significante fálico es su marca, con la amenaza o nostalgia de la carencia de tener.

      Por supuesto, es de la ley introducida por el padre en esta secuencia de la que depende su porvenir.

      Pero se puede, ateniéndose a la función del falo, señalar las estructuras a las que estarán sometidas las relaciones entre los sexos.

      Digamos que esas relaciones girarán alrededor de un ser y de un tener que, por referirse a un significante, el falo, tienen el efecto contrariado de dar por una parte realidad al sujeto en ese significante, y por otra parte irrealizar las relaciones que han de significarse.

      Esto por la intervención de un parecer que se sustituye al tener, para protegerlo por un lado, para enmascarar la falta en el otro, y que tiene el efecto de proyectar enteramente en la comedia las manifestaciones ideales o típicas del comportamiento de cada uno de los sexos, hasta el límite del acto de la copulación.

      Estos ideales reciben su vigencia de la demanda que tienen el poder de satisfacer, y que es siempre demanda de amor, con su complemento de la reducción del deseo a demanda.

      Por muy paradójica que pueda parecer esta formulación, decimos que es para ser el falo, es decir el significante del deseo del Otro, para lo que la mujer va a rechazar una parte esencial de la femineidad, concretamente todos sus atributos en la mascarada. Es por lo que no es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada. Pero el significante de su deseo propio lo encuentra en el cuerpo de aquel a quien se dirige su demanda de amor. Sin duda no hay que olvidar que por esta función significante, el órgano que queda revestido de ella toma valor de fetiche. Pero el resultado para la mujer sigue siendo que convergen sobre el mismo objeto una experiencia de amor que como tal (cf. más arriba) la priva idealmente de lo que da, y un deseo que encuentra en él su significante. Por eso puede observarse que la ausencia de la satisfacción propia de la necesidad sexual, dicho de otra manera la frigidez, es en ella relativamente bien tolerada, mientras que la Verdrängung, inherente al deseo es menor que en el hombre.
      En el hombre, por el contrario, la dialéctica de laa y del deseo engendra los efectos a propósito de los cuales hay que admirar una vez más con qué seguridad Freud los situó en las junturas mismas a las que pertenecen bajo la rúbrica de un relajamiento (Erniedrigung) específica de la vida amorosa.

      Si el hombre encuentra en efecto como satisfacer su demanda de amor en la relación con la mujer en la medida en que el significante del falo la constituye ciertamente como dando en el amor lo que no tiene, inversamente su propio deseo del falo hará surgir su significante en su divergencia remanente hacia "otra mujer" que puede significar ese falo a títulos diversos, ya sea como virgen, ya sea como prostituta. Resulta de ello una tendencia centrífuga de la pulsión genital en la vida amorosa, que hace que en él la impotencia sea soportada mucho peor, al mismo tiempo que la Verdrängung inherente al deseo es más importante.

      Sin embargo, no debe creerse por ello que la clase de infidelidad que aparece aquí como constitutiva de la función masculina le sea propia. Pues si se mira de cerca el mismo desdoblamiento se encuentra en la mujer, con la diferencia de que eI Otro del Amor como tal, es decir en cuanto que está privado de lo que da, se percibe mal en el retroceso en que se sustituye al ser del mismo hombre cuyos atributos ama.

      Podría añadirse aquí que la homosexualidad masculina, conforme a la marca fálica que constituye el deseo, se constituye sobre su vertiente mientras que la homosexualidad femenina, por el contrario, como lo muestra la observación, se orienta sobre una decepción que refuerza la vertiente de la demanda de amor. Estas observaciones merecerían matizarse con un retorno sobre la función de la máscara en la medida en que domina las identificaciones en que se resuelven los rechazos de la demanda.

      El hecho de que la femineidad encuentre su refugio en esa máscara por el hecho de la Verdrängung inherente a la marca fálica del deseo, acarrea la curiosa consecuencia de hacer que en el ser humane la ostentación viril misma parezca femenina.

      Correlativamente se entrevé la razón de ese rasgo nunca elucidado en que una vez más se mide la profundidad de la intuición de Freud: a saber por qué sugiere que no hay más que una libido, que, como lo demuestra su texto, él concibe como de naturaleza masculina. La función del significante fálico desemboca aquí en su relación más profunda: aquella por la cual los antiguos encarnaban en él el Nonz y el Aogoz.