Concepción Ortega Cruz
Cuando pretendes dirigirte a un público amplio y heterogéneo creo que la
mejor estrategia es no dar por supuesto nada. Si a esta convicción personal
se le une el hecho de que en muchas ocasiones al hablar de lo queer no resulta sencillo unifi car criterios, la mejor forma de comenzar (o al menos la que nos
permite disminuir riesgos) es ofrecer una defi nición consensuada que nos sirva de
lugar común a la hora de desarrollar el discurso. El único inconveniente es que esa
defi nición consensuada no existe cuando nos referimos a lo queer.
Una de las principales premisas del movimiento queer es rechazar las defi niciones: nombrar es matar, defi ende Marla Morris
1
. Manifestarse en contra del nombrar
es rebelarse contra la sujeción de la norma y esta situación, obviamente, nos enfrenta
a un dilema: ¿cómo podemos hablar sobre algo que se resiste a ser defi nido? Nuestra
naturaleza simbólica nos aboca a nombrar y, si lo que se nos ofrece son conceptos de
límites borrosos (como ocurre con lo queer), la tensión se debate entre la polisemia
y los malos entendidos. Claro refl ejo de esta situación es la múltiple variedad de
opciones entre las que podemos elegir a la hora de traducir al castellano la palabra
queer: raro, extraño, desviado, torcido, homosexual, lesbiana, excéntrico, enfermo, marica, bollera... un amplio campo semántico cuyo denominador común es la referencia
a lo residual, a lo que en el mejor de los casos puede ser aceptado pero nunca igualado con “los normales”. Por ello, a los sujetos queer no les queda más alternativa
que reivindicar su propio espacio, un espacio político que dinamite los pilares de la
norma
2
.
El objetivo fundamental de este breve artículo es analizar ese espacio exponiendo
las características principales del movimiento queer. Pero no quiero conformarme
con ello. Quiero reivindicar que para que dicho espacio político despliegue todo
su potencial crítico y transformador tiene que comprometerse activamente con la
lucha anticapitalista y antipatriarcal. Sé que de esta forma se me puede acusar de
estar exigiéndole demasiado al movimiento queer (espero poder demostrar, al menos
como esbozo, que este compromiso político es el requisito mínimo necesario para 44 Cuadernos del Ateneo
que las tesis básicas del pensamiento queer se sostengan en pie). Sé que se me puede
acusar de trasnochada al defender una premisa supuestamente caduca como es la
de la necesaria transformación social (a esta acusación no voy a dar respuesta por la
sencilla razón de que ya los hechos se encargan de desacreditar los argumentos tan
abiertamente conciliados con el poder). También me enfrento a la posible crítica
de que al exponer estoy defi niendo y esta defi nición contradice las reivindicaciones
queer. Si la alternativa al decir es el silencio, prefi ero correr los riesgos del nombrar a
sabiendas de que el nombrar se puede convertir en la cosa misma.
Leer más... http://www.ateneodelalaguna.es/pdf/ATENEO26/ortega.pdf
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