La Túnica Palmaria

domingo, 10 de junio de 2012

El confesionario


Aún no tiene su “look” definitivo, pero estrenamos sección:  El Confesionario. La propuse hace pocos días y ya han llegado decenas de confesiones, o sea que, sin más dilación -¡me queman!-, empezamos a compartir. A mi no me dejan indiferente, ni ésta ni ninguna de las que he leído.*
1. Soy una mujer heterosexual, aunque he tenido relaciones con chicas, adoro mis vibradores, y en una ocasión me declaré abiertamente omnisexual en una comida familiar, para romper la tensión de una bronca del momento (funcionó, se rieron bastante). Tengo 32 años y nunca me he enamorado. Llegué a creer que sí, pero nunca estuve enamorada de nadie. A pesar de ello, tengo novio desde hace tres años y medio, la relación que más me ha durado hasta la fecha, y él es consciente de todo.
2. Debo empezar por la época NPI (Ni Puta Idea). Lo siento, pero no puedo escoger otro nombre para esta etapa de mi vida, ya que la educación sexual recibida por mis padres (que pasaban bastante de nosotros) era del tipo “Mamá, ¿qué es un orgasmo?”, “Ay, no sé hija. Pregúntale a tu padre”, a lo que debo añadir que me enviaron a un colegio femenino bastante estricto en el que no veíamos varón ni de lejos. Aún así, tengo claro que no perdí la virginidad el día que un chico me penetró por primera vez, porque aquello fue un desastre, entre mis nervios y que el tío me daba igual, la verdad que para olvidar.
3. Perdí la virginidad a los 13 años, con una amiga, cuando “ensayábamos” cómo actuar cuando estuviéramos con un chico porque no teníamos ni idea. Menudas sesiones que nos pegábamos: besar, tocar, chupar, morder, frotar, lamer… siempre a escondidas, y luego con una culpabilidad y unos remordimientos, que pensé hasta que me iban a meter en la cárcel si me pillaban, ¡y la cárcel era ese puñetero colegio!
4. Luego tuve una época bastante alocada. Coincidiendo con mi etapa universitaria y demás estudios, yo salía como los toros en los encierros. Muchas fiestas, mucho alcohol y mucho sexo, casi siempre de mala calidad porque aprendí a la perfección a complacer a un hombre, sin embargo, no decía lo que quería y encima fingía los orgasmos. El  “hasta aquí llegamos” lo marcó un novio que me animó a decirle todo lo que yo deseaba que él me hiciera, era un cabronazo, pero fue a partir de ese momento cuando empecé a disfrutar de verdad y a abrir la mente, que era lo único que tenía cerrado por entonces, y con candado.
5. Siempre consideré que el sexo con más de una persona era de “viciosos”, hasta que, en unas vacaciones, terminé una noche de fiesta en la habitación del hotel, con una amiga y dos “guiris” que venían a tomar una copa. Yo empecé a enrollarme con uno, intuyendo que mi amiga se marcharía con el suyo, pero no, ahí se quedaron. Entonces pensé “Pues por mis cojones que yo no me largo”. La siguiente imagen que tengo es de las dos parejas follando como locos, luego nosotras cambiando de cama, de chico, de acento y hasta de sentido. Desde entonces mi visión del sexo grupal ha cambiado.
6. Experimentando, aprendiendo y quitando la vergüenza, así me pasaron los años. Si es ahora… Ahora me dejo la vergüenza en su cama a modo de excusa para volver.
7. Muchos hombres y mujeres se sienten intimidados por mi, lo noto, no se atreven pero les doy morbo, deben de pensar que soy una fiera en la cama. Todo lo contrario. Yo creo que ni se les pasa por la cabeza lo mucho que me gusta que me sometan, que me aten, e incluso que me humillen. No sé de dónde viene esa extravagancia de mi placer, todavía estoy intentando aceptarlo, sobre todo, teniendo en cuenta que esas situaciones no las permito bajo ningún concepto en mi vida diaria. Me está costando hasta escribirlo. Pero es cierto que hay mañanas en las que encontrarme un moratón y sonreír es todo uno.
8. Una de las mejores experiencias fue cuando mi novio me llevó a una casa que tiene su familia en un pueblo perdido del mundo. Era la casa de los horrores: enorme, cutre, oscura, con olor a viejo, símbolos religiosos por todas partes… Yo me negué a tener sexo en semejante sitio, y tras varios intentos fallidos, harto de mis estupideces, me tiró de la cama, quitó el colchón, me desnudó, y me ató al somier de metal con mis medias como si fuera el crucifijo que tenía encima mío. Me excitó de todas las formas, cuando estaba a punto de llegar al orgasmo se paraba en seco, y volvía a castigarme, así varias veces, hasta que tuve uno de los finales más intensos que puedo recordar. Yo que soy atea, me volví creyente por un día, porque hasta los hierros del somier, que se me estaban clavando y me dejaron la espalda y las nalgas como un gofre, me hicieron gritar como Santa Teresa en pleno éxtasis. Repetimos, pero se nos rompió el somier de tanto usarlo.
9. Una de mis mejores amigas me confesó que estaba enamorada de mi hace años, en una noche de borrachera, no fue correspondida y continuamos la amistad como si no hubiera pasado nada. Hemos dormido juntas múltiples veces, y en más de una ocasión me he desvelado, mientras se masturbaba a mi lado… la última ayer. Yo sigo haciéndome la dormida, porque me desconcierta. No me molesta que se masturbe, yo lo hago a diario, y no tiene por qué tocarse pensando en mi, ella tiene novia, pero por qué no lo hace en privado. Sé que estoy pecando de egocéntrica y no sé cómo abordar este tema que me inquieta, o me callo, o si le pregunto supongo que lo haré con la diplomacia que me caracteriza, a bocajarro.
10. Hace poco pasé por una época totalmente asexual. Casi dos años sin mantener relaciones sexuales, ni ganas, perdí hasta el deseo de tocarme. Aquí, he de hacer un inciso, y fue fundamental para la recuperación, el hecho de tropezarme con el libro “Deseo” de Sylvia de Béjar. No fui a comerme a mi novio directamente, tuve que reencontrarme a mi misma (en todos los sentidos) antes de volver a él. Eché mano de todas mis fantasías, toda mi imaginación, y mis amigos fieles Índice, Medio y Anular. Tardé muchísimo en excitarme, pero cuando llegué, guau! No sé si fue una “petite mort” o una vuelta a la vida, sin embargo, esa explosión dentro de mi cuerpo fue el revulsivo que necesitaba para salir de la hibernación. Está claro que la vida cambia cuando menos te lo esperas.
Imágenes que le resultan sugerentes a la autora de estas confesiones:
- “Esta es mi boca cuando pienso en sexo. Cuando estoy decidiendo si voy a hacer algo, me muerdo la mitad del labio como si mordiera la mitad del cerebro. Los nervios y el miedo crean este acto reflejo, para algunos sexy, para mi inconsciente e inquietante”.
Fotografía de un graffiti del artista noruego DOLK. Es una mujer enfundándose en una muñeca hinchable. Para mi representa el canon de mujer que nos impone la sociedad, no sólo físicamente, sino también en cuanto actitud y comportamiento. La elegí porque me recuerda cómo he ido desinflando esa muñeca poco a poco para ser más yo. Aunque hay veces que me enfundo ese traje, ahora lo hago por elección propia y no por imposición. Hay imágenes similares de DOLK en Berlín y en Lisboa, sobre paredes más limpias, pero a mi me gusta la del Barrio Gótico de Barcelona, además de porque fue la primera que vi, por el caos reinante a su alrededor, como la vida misma”.
- Un photoshop espectacular de Ivan Dario Espinell Cruz.
* Por si esto te pilla fuera de juego, explicaciones en “De todos aprendemos: ¿quieres compartir tu historia?” Mil gracias a las muchas personas que ya se han animado a enviar sus confesiones y lo mismo a quienes desde hoy se animen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario