La Túnica Palmaria

miércoles, 6 de junio de 2012

Féminas Perversiones ...


Féminas perversiones...

 



Una perversión, o parafilia, es un patrón de comportamiento sexual en el que la fuente predominante de placer no se encuentra en la cópula, sino en alguna otra cosa o actividad. Cuando hablamos de perversiones solemos referirnos al masoquismo sexual, sadismo sexual, exhibicionismo, fetichismo, travestismo, voyeurismo, pedofilia, zoofilia y necrofilia, pero el porcentaje de mujeres que practica estas perversiones es ínfimo en relación al de los hombres. ¿qué pasa? ¿no somos pervertidas las mujeres? 

Desde el punto de vista de la psicología, la persona que realiza una perversión no tiene otra opción, si no cede a su inclinación se ve abrumada por la angustia o cae en la depresión o sicosis. Digamos que para el individuo supone un mal menor, una especie de apaciguamiento de los demonios personales que sirven para mantener inconsciente la culpa. El protagonista de la perversión no sabe que su actuación esta destinada a dominar acontecimientos que fueron demasiado excitantes, espantosos o humillantes para controlarlos en la niñez y que no puede, o no se atreve, a recordar. En cambio consagra su vida a revivirlos.
Las perversiones se gestan a raíz de pequeños asesinatos del alma y juegan un papel decisivo los papeles estereotipados de género, donde a las niñitas se las dirige a ser convenientemente femeninas y a los niños adecuadamente masculinos, lo cual les obliga a privarse de una parte de su identidad personal.
Las fuentes del placer erótico en la mujer adulta no son tan palpables y localizables. En las parafilias femeninas la excitación y la práctica sexual no es lo primero que llama la atención. Debido a la propia naturaleza femenina, o quizá a la larguísima tradición represora, están disimuladas con otros sentimientos, pero el goce perverso sería similar.

Según la psicóloga Louise L. Kaplan, la mujer pervertida disfrutaría de su sexualidad por medio de los siguientes caminos:

Dependencia sumisa respecto a un hombre: son mujeres que consideran que lo que hay bueno en su vida es cero hasta que aparece él, al que idealizan y ya no son nada sin su amante, se abandonan obsesivamente al éxtasis amoroso y tolerarán trato vejatorio no exclusivamente en el terreno sexual. Son mujeres que compran amor con sufrimiento y la perversión vive en esos momentos de sometimiento.
Homovestismo: utilizan su cuerpo como un envase para ser fetiches vivos. Su disfraz es exageramente femenino: bota de tacón, corsetería,  etc, lo usan debido al convencimiento íntimo de que carecen de feminidad natural. Aquí la autora hace una crítica feroz a los diseñadores, que serían pervertidos a su vez, travestidos potenciales, misóginos que odian la verdera femineidad e insisten en ensalzar mujeres fálicas y andróginas. Estas mujeres se disfrazan de mujeres y por muy inteligentes que sean necesitan por momentos la seguridad del ser deseadas en el arquetípico coqueteo femenino.
Cleptomanía: es el robo impulsivo de bienes materiales que conlleva una enmascarada excitación erótica. A la cleptómana le robaron el amor en algún momento de su infancia y ahoga su depresión y angustia en el reto de sustraer. Su vida carece de placer, que lo encuentra en el producto de los centros comerciales.
Automutiladora: aquí la autora incluye cualquier acto de sufrimiento que se haga en el cuerpo con el fin de agradar al otro a toda costa: depilaciones, cirugías…..
Anorexia: mujeres que llegada la adolescencia, el momento de enfrentarse el deseo adulto, deciden dejarse morir de hambre. Si se les obliga a comer vomitan, y esas mortificaciones operan en el guión perverso inconsciente. Quieren seguir siendo niñitas sin deseos vergonzosos en el cuerpo, una especie de santas inmaculadas. Al perder el 30% del peso, se detienen sus ciclos menstruales, con que de algún modo lo consiguen.
La novela romántica: todo incidente que alimenta la extrema diferenciación del rol femenino y masculino lleva a la perversión, la pornografía sería el bocadillo preferido para pervertirse ellos. Y ojo al dato: la novela romántica sería el bocado preferido para nosotras.  El quid sería que la pornografía que nos excita a las mujeres tendería a lo emocional e iría de la mano de la pornografía explícita porque incide de igual modo en los prototipos estandarizados de masculinidad y feminidad clásicas que, según Kaplan, tanto castran a hombres como a mujeres.

Louise L. Kaplan, en su tratado sobre Perversiones Femeninas, se cuestiona si las mujeres sabemos lo que nos excita o si, por el contrario, hemos aceptado y damos por hecho que lo excitante es lo que han proclamado como erótico los varones. 
Y tú ¿qué opinas?...

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