La Túnica Palmaria

martes, 12 de junio de 2012

No me digas bonita, háblame sucio



Sabes tan rico.
Cuando te lo ordene, me vas a lamer hasta que me corra.
Quiero que me riegues con tu leche.
¿Te gusta hablar sucio y que te hablen? Solemos dar por supuesto que es más territorio masculino que femenino, pero que nadie ponga la mano en el fuego, porque entra en el terreno de lo difícilmente reconocible y además de la mala educación sexual, las vergüenzas y las culpas, que compartimos casi sin distinción de sexo, las mujeres nos las hemos de ver con la doble moral y el sempiterno rol de chicas buenas. Vamos, que una cosa es no reconocerlo y otra, ¡muy distinta!, que no lo deseemos. ¿Acaso no has escuchado aquello de que nuestro punto G está en los oídos? Pues algo tendrá que ver con esta cuestión, ¿no te parece?
Nadie me la pone tan dura.
Mi conejito está hambriento.
Te la voy a chupar hasta sacarle brillo.
Seamos claros, a la mayoría nos ponen las palabras, frases, conversaciones subidas de tono, ¿por qué no? De lo más inocente hasta lo más fuerte (y he sido muy discretita en mis ejemplos), hablar sucio es un ingrediente estupendo para sazonar nuestros encuentros sexuales. Pero no siempre resulta tan fácil dominar este arte. ¿Posibles escollos?
- Te interesa, pero te da corte. Normal. Todo lo nuevo o desconocido asusta y más cuando tememos hacer el ridículo u espantar al otro. Hay quienes tienen una gracia especial para lo picante, pero la mayoría de los mortales no nacemos sabiendo. ¿En cuántas ocasiones te has enfrentado a una primera vez de esas que te provocan un nudo en la garganta y pasado un tiempo se convierte en coser y cantar? Pues no lo olvides: “La práctica hace al experto”… pero hay que empezar.
Hay más, piensa en los gemidos y ruiditos de placer que muchos hacemos cuando disfrutamos, ¿A qué te encanta escucharlos de tu pareja porque te indica que está gozando y eso te da seguridad/tepone? ¿Acaso dudas que le pase lo mismo? Pues, hablar sucio es sólo el siguiente escalón.
- No sabes por donde empezar. Lógico. No estás acostumbrada/o y te falta repertorio (nos ocupamos de ello enseguida). Los actores ensayan, pues, si hace falta, haz tú lo mismo. Piensa qué te gustaría decirle y qué te gustaría escuchar. Quizás no te atrevas a verbalizar eso que estás pensando, pues date tiempo y empieza por algo más fácil. A medida que vayas ganando en seguridad, irás subiendo de tono. Eso sí, no te fuerces. Nada hay menos excitante que escuchar algo que no suena a sincero o que notas que incomoda a quien lo dice.
Si nunca dices nada, prueba con algo simple, tipo: “¡Qué placer/rico/gusto!”. Si a eso ya llegas, prueba a describir lo que deseas que te haga o le quieres hacer: “¡Qué gusto cómo me comes la polla!” (¿seríais capaces de pactar una lista de términos a usar?) o “¡Cómo me gustaría que me mordisquearas los pezones!”. Atenta/o a su reacción, porque verás por dónde han de ir los tiros. Lo siento, pero no puedo hacerte todos los deberes: desde es punto te toca escalar e ir encontrando -poco a poco- ese grado de obscenidad en que ambos os sintáis cómodos.
A veces, el truco no está en lo que dices sino en cómo lo dices. Algo tan simple como “dime… (los puntos suspensivos equivalen a pausa con mirada pícara) ¿qué quieres que haga contigo?” puede ser el detonante de una gran excitación si sabes darle el ritmo y el tono adecuado. Si no lo ves claro: sé pragmática/o, grábate y escucha como suenan tus palabras. Si logras encontrar una voz paraesos momentos, 10 points. (Escribo eso último pensando: me juego algo que ni uno lo hará, ellas, alguna que otra.)
- Sigue faltándote valor. Pues prueba con el móvil o vía email. Empieza por algo fácil, tipo “llevo puesto tu tanga favorito” o “ayer me hiciste disfrutar muchísimo con tu lengua” y… lee lo dicho en el apartado anterior. Eso sí, te recuerdo que luego le verás.
- ¿Y si me paso o me dice algo que me molesta? ¿Cuál es el límite? Si vas poco a poco, difícilmente te vas a pasar y si algo le molesta, te disculpas y le explicas que no se volverá a repetir. Si quien se molesta eres tú, pues se lo dices, pero ojo con la forma de hacerlo, no vaya a se que cierres esa puerta… no te interesa, sobre todo, porque hablarse es fundamental para los juegos de rol (hablaremos de ello en otro momento). Puedes explicarle que tal palabra no te excita o que no te gusta que me trates como si fueras lo que sea que te incomoda, pero añadiendo lo que sí te agrada.
En cuanto a los límites, no los hay, porque dependen de cada persona. Si acaso, el consentimiento mutuo es el límite.
- ¿En qué me inspiro? La falta de repertorio tiene fácil solución. ¿Para qué se inventó la literatura erótica? También puedes echar mano de las pelis porno y de Internet… ¡anda que no se encuentran ideas! Además, nadie te obliga a leer un bando. Basta una frasecita aquí, otra allá. Lo importante es encontrar lo que te va y atreverte a ser tu mismo/a.
Lao Tse decia que “un camino de mil millas empieza por un solo paso”. ¿Lo damos? Y si ya lo has dado… uno y más de uno, ¿te animas a compartir alguna palabra, frase o historia que te haya puesto en órbita?

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