La Túnica Palmaria

viernes, 23 de marzo de 2012

Ano de santo. Una introducción al fisting


Publicado el  por teorificios

Lo exclusivo y lo inclusivo se encuentran a veces en los lugares más insospechados. Como nos recuerda Nuno Nodin, “de acuerdo con la socióloga y activista estadounidense Gayle Rubin, solamente una práctica sexual fue inventada en el siglo XX. Y esa incluso, ya en la lejana década de 1930 – el erotismo braquiopróctico (también conocido como fisting o fist fucking, la inserción del puño y parte del brazo en el ano).” Parece que es a partir de la segunda mitad del siglo XX, en clubs gay de San Francisco, que se extiende esa práctica. En ella se han visto significados muy distintos. Voy a considerar algunos de ellos.
Geoff Mains, autor de Urban aboriginals, recoge en este clásico de antropología sexual que algunos de sus practicantes dan testimonio del vaivén de recepción y expulsión del puño como lo más parecido a un parto que puede sentir un cuerpo – particularmente uno que no da a luz.
Para otros, el fisting performativiza – de forma recíproca o no – una relación de tenencia, más que estrictamente de poder. Aquí podríamos desentrañar quizás el principio arqueológico del goce en el fisting tal como Diana Torres lo ha expuesto algunas veces a su público. El goce se hace símbolo en sus entrañas y transpira a la superficie del cuerpo, por ejemplo, en el sudor sobre su piel, la distensión del rictus con el rostro volviéndose casi beatífico, buscando a veces con la mirada la complicidad de quién participa con su mano, o del público. Junto a esa dimensión, operan las dimensiones imaginarias del goce, que lo amplifican (dilatan sus efectos y lecturas) y lo modifican (le dan un modo, una forma diferenciada), pero también el goce real, en souffrance o en incubación, en la medida en que hay algo larvario en la gozada que no se explica más que a través de una alteridad sobre la que apenas hay control.
Un significado más restrictivo que este que indico en la performance pornoterrorista de Diana (y que no es único, ni mucho menos) sería la escenificación de una desigualdad de poder donde resuena el protocolo cortés entre vasallo y suzerano. Se ponen en juego incluso la tenencia de goce (el intento de conservar algo que por definición es insostenible) y del otro (como objeto) y la pertenencia al otro (como objeto). Por otras palabras, la idea de que uno tiene y otro es tenido, entendida como cuestión de propiedad, significaría el sentimiento del propio cuerpo como impropio, por lo que cobraría valor al ofrecerse al otro, y del cuerpo de un otro como propiedad en dos sentidos: como objeto del que se es propietario y como característica que pasa a ser colindante con el cuerpo propio. En efecto, el amo no lo es sin “su” esclavo en la misma medida en que el esclavo quiere que su amo le de algo de su subjetividad a cambio de su entrega a él. En definitiva, el fisting aparece aquí como escenificación de una relación que podríamos llamar sadomasoquista pero que me parece más interesante describir como una realización escénica al servicio de dos sujetos deseantes que se encuentran en una contigüidad más o menos “casual”.
A un nivel más literal… si cabe… el fisting es, en la retórica del sexo, una hipérbole del objeto penetrante típico de la homonormatividad. Me refiero al régimen normativo dominado por el sexo mismo que es el masculino. Como adecuadamente señala Lacan, el sexo otro ha sido el femenino, y lo sigue siendo para los feminismos que quedan atrapados en el binarismo, que es un determinismo masculino (un poco, si se quiere, como la afirmación neoconservadora de que ya no hay diferencia entre la izquierda y la derecha, lo que solo tapa la necesidad de profundizar en el estudio de sus diferencias, semejanzas, contaminaciones y parodias mutuas). Tanto en la actividad sexual entre hombres y mujeres como en la que se realiza entre hombres, el objeto penetrante privilegiado es el pene, y aún entre mujeres se busca muchas veces un sucedáneo de este (no tanto los dedos, que son puntas distintas, ubicadas en otra extremidad del cuerpo, sino las ortótesis o dildos, colocados a veces en el lugar donde se encuentra el pene en un cuerpo machil).
La gran diferencia entre la penetración con un dildo (u otro objeto que parodie al pene) y con unos dedos, mano o brazo tiene que ver, pues, menos con el tamaño (hay dildos más pequeños que una mano y más grandes que un brazo) que con el desplazamiento, sin salir del cuerpo propio o de otro, del lugar del pene hacia el lugar de la mano. En realidad, el placer pasa a estar literalmente más a mano, no solo en el sentido en que lo diríamos del autoerotismo de la práctica masturbatoria sino en la activación de la parte del cuerpo con la que escribimos (véase la importancia que le dio a esto Heidegger en el seminario sobre Parménides, donde casi lamenta el abandono de la escrita a mano en favor de la máquina de escribir, que separó, según él, al humano de la caligrafía, con toda la pérdida que ello puede representar). Efectivamente, uno puede penetrarse a sí mismo con los dedos, y en algunos casos con la propia mano, lo que ofrece una alternativa a la dificultad de la autopenetración en cuerpos con el genital hacia fuera y a su imposibilidad anatómica en el los cuerpos con genital hacia dentro. Pero no solamente a la masturbación hace su aporte el fisting (o fingering o finger fucking cuando se trata de entrar con uno o más dedos pero no toda la mano). En relaciones sexuales entre un número plural de personas, tanto si todos los genitales son hacia dentro como si no, la mano hace posible una penetración mucho más generosa que la que proporcionan un pene o un objeto que lo imite.
Sin embargo, importa insistir que lo más significativo en el manotración o fisting respecto de la penetración (con pene o subrogado) no es del orden de lo hiperbólico sino de lo metafórico. El desplazamiento del centro simbólico de la vida sexual (y supuestamente del poder de proporcionarlo) hacia una extremidad compartida por casi todo el mundo hace pone en entredicho el fundamento biologista de la ideología patriarcal, pero también los argumentos naturalistas de algunas corrientes del feminismo y de los estudios gay y queer, como justamente insisten Javier Sáez y Sejo Carrascosa en un estudio que recomendé hace tiempo –Por el culo. Políticas anales – al referirse al desaparecimiento de la centralidad del pene. En el fisting solo hacen falta una extremidad entrante y una cavidad entrable, ambas gozantes. Añado que incluso en lo que muchos psiquiatras designan como una parafilia hacia personas con miembros amputados, o acrotomofilia, se puede practicar la penetración con un muñón, como dan testimonio una serie de vídeos porno amateur que se pueden encontrar fácilmente en páginas como Xtube. Claro que esta idea de parafilia carece de actualización y la comprensión de estos fenómenos gana en rigor si se hace un planteamiento general más abierto a la diversidad de identidades y prácticas sexuales partiendo de casos clínicos concretos y no del prejuicio que suele informar la academia y el colegio so forma de saber referencial heredado. Pero de esto ya he hablado otras veces, y seguiré hablando.
El fisting, también llamado handballing, remite el pene a una visibilidad más conforme a su importancia real en el contexto de las funciones vitales. El pene, si le quitáramos su función en el imaginario del goce sexual (hipótesis meramente especulativa), se reduciría a lo que dice Hans, el más joven de los pacientes célebres de Freud: un “hacepipí”. Volvemos a un principio de diferencia meramente tópico: todas y todos tenemos hacepipí, solo que lo tenemos más hacia dentro o más hacia fuera, y para muchas y muchos entre quienes lo tienen hacia fuera es gustoso meterlo en algún agujero, que muchas veces es un hacepipí hacia dentro o un hacecaca, o un comecomida, todos orificios aptos y a menudo solícitos para acercarse y recibir extremidades con las que obtener efectos placenteros.
Esa menor visibilidad del pene limita considerablemente su protagonismo (en vídeos de fisting puede apreciarse frecuentemente al pene en estado de relajación o detumescencia). Quién introduce su mano y su puño por el esfínter del otro no necesita mantener el pene erecto. No necesita siquiera tener un pene. Y el esfínter puede ser anal o vaginal. En términos prácticos, el fisting puede ser practicado entre personas de cualquier género, con los genitales en cualquiera de los sentido, hacia fuera o hacia dentro.
En términos sociohistóricos, con la comunidad sanfranciscana y otras donde hombres homosexuales van pudiendo trasladar pulsiones anales a un ámbito más público e incluso fraterno, el fisting permite comulgar sus búsquedas de satisfacción en una lógica que, desde lo que se percibe en el lenguaje resultante, puede ser la de adopción (como propiedad temporaria) o de paternidad escenificada (daddies and sons: papás e hijos). Internamente, sin embargo, se trata de una fraternidad o comunidad de hermanos (significante que curiosamente contiene “manos”) en la que cada brother (hermano) puede ser un breeder (alimentador, proveedor, saciador).
Hay quienes señalan un carácter deportivo en el fisting, con sus eventos y el afán de superación que puede suponer en cuanto a dilatación del esfínter y resistencia, por ejemplo; otros, un desplazamiento estratégico por motivos de salud (una mano no es en principio una vía de transmisión de virus, aunque puede serlo de bacterias, por lo que es frecuente utilizar guantes de vinilo o látex, además de lubricación de base acuosa o grasa, o ambas). En todo caso, para quienes disfrutan de ello o quieren hacerlo, importa tener presente en qué consiste, qué saber y condiciones requiere de quienes participan, qué efectos puede producir sobre el cuerpo que recibe la mano del otro (tanto placenteros como desagradables) y para el desarrollo de la intimidad y del sentido de comunión entre participantes. El fisting, comparado con la penetración, casi siempre va a más: más goce, más entrega, mayor comunión y dependencia, más compromiso – en más de un sentido.
[+] Trabajos académicos
Javier Sáez y Sejo Carrascosa, Por el culo. Políticas anales.
http://ufg.academia.edu/camiloAlbuquerquedeBraz/Papers/412742/A_Meia-Luz_-_uma_etnografia_impropria_em_clubes_de_sexo_masculinos
[+] Manuales
http://en.wikipedia.org/wiki/A_Hand_in_the_Bush
http://www.amazon.com/Trust-Guide-Sensual-Spiritual-Handballing/dp/0962475157
http://www.inocente.blogger.com.br/

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