La Túnica Palmaria

viernes, 24 de febrero de 2012

¿Será niño o niña?


June Fernández y Paloma Migliaccio
El sistema sanitario decide en qué género vivirán los bebés que nacen con algún tipo de intersexualidad. Activistas e investigadoras debaten si la cirugía de asignación es necesaria para crecer en una sociedad binaria, o una forma de mutilación genital que atenta contra la autonomía sexual de quienes no encajan en las etiquetas “hombre” y “mujer”. La discusión esconde una pregunta de fondo: ¿es la intersexualidad una patología o una clara manifestación de la diversidad sexual?
Intersex
Kali Sánchez
Incluye entrevistas a activistas:
Imagina que das a luz un bebé cuyos genitales no se corresponden con los considerados femeninos o masculinos, ya sea porque son ambiguos o porque presentan características de ambos sexos. ¿Qué ocurre en esa situación? ¿Quién toma las decisiones y en qué se basa? En resumen, el equipo médico recomendará seguir un protocolo que, según el síndrome diagnosticado, establecerá si el bebé ha de ser considerado hombre o mujer en base a las recomendaciones de un protocolo internacional. Su cuerpo será modificado a través de cirugía y hormonación.
La última palabra la tienen las familias, pero en la mayoría de casos se encuentran sin recursos para tomar una decisión libre de prejuicios e informada, y bajo la presión de  tener que adivinar qué será lo mejor para sus hijos o hijas en una sociedad en la que aceptar la diversidad sigue siendo una asignatura pendiente. Frente a quienes entienden que las intervenciones quirúrgicas son necesarias para que los bebés crezcan en un entorno marcado por el sexismo, el activismo intersex reclama que se deje de intentar normalizar sus cuerpos a golpe de bisturí.
La profesora de Biología y Estudios de la Mujer de la Universidad de Brown Anne Fausto-Sterling define a las personas intersexuales como aquellas que se salen del molde de lo que se considera macho o hembra. “En el mundo biológico idealizado y platónico, los seres humanos están divididos en dos clases: una especie perfectamente dimórfica” que presenta claramente diferentes características primarias (genitales, cromosomas) y secundarias (por ejemplo, la cantidad y distribución del vello). Fausto-Sterling advierte en su libro Cuerpos sexuados (Sexing the Body, 2000) de que esa narración pasa por alto la infinita diversidad que caracteriza a las personas: no sólo porque existen mujeres velludas y hombres imberbes, sino  porque “los cromosomas, las hormonas, las estructuras sexuales internas, las gónadas y los genitales externos: todos tienen más variaciones que lo que la gente supone”. Así, se considera intersexual a quien presenta alguna de esas variaciones.
Se estima que el 1% de la población tiene alguno de los 50 síndromes asociados a la intersexualidad
Poca gente conoce esa denominación. La popular, “hermafroditismo”, mitifica y distorsiona esta realidad, evocando a personas que tienen genitales femeninos y masculinos a la vez. Como dice el filósofo y activista intersex Mauro Cabral, todo el mundo sabe de alguien del que se cuenta que es “hermafrodita”. La sospecha de intersexualidad vertida sobre dos personajes de proyección internacional, la estrella del pop Lady Gaga y la atleta Caster Semenya, ha protagonizado titulares en los últimos meses, pero siempre envuelta de una mezcla de morbo, prejuicios y estigma. Esa distancia y extrañeza con la que se habla de la intersexualidad hace que mucha gente piense que es una leyenda urbana.
Pero, pese a la falta de cifras fiables, se estima que sumando a las personas afectadas por  alguno de los alrededor de 50 síndromes asociados a la intersexualidad, podrían englobar al 1% de la población mundial. Eso sí, el porcentaje estimado de bebés que presentan una variación genital susceptible de ser intervenida se queda en el 0,018%.
El movimiento queer (corriente que cuestiona el binarismo de género) ve en esta invisibilización una intencionalidad política, dado que encuentra en las personas intersexuales la prueba de que el sexo es múltiple y diverso, y que es la sociedad sexista la que se empecina en clasificar a las personas en dos categorías únicas. De hecho, fue un psicólogo conductista, John Money, quien utilizó en los años 50 la categoría género para defender que a un bebé intersexual se le puede aplicar cirugía y terapias correctivas para que desarrolle la identidad de género asignada, sin importar lo que digan sus cromosomas.
Para el movimiento queer, la propuesta de Money provoca una paradoja: al contrario de cómo explica el feminismo el sistema sexo-género (sexo como condición biológica y género como construcción social, condensada en la cita de Simone de Beauvoir, “la mujer no nace, se hace”), resulta que el sexo es múltiple y se usa la categoría “género” para reducirlo a dos únicas posibilidades.
La Organización Internacional de Intersexuales considera las operaciones como una
mutilación genital que una sociedad sexista y fundamentalista impone a los bebés que se salen de la norma
La Organización Internacional de Intersexuales (OII) no duda en considerar que las operaciones de asignación sexual son formas de “mutilación genital” que una sociedad “sexista y fundamentalista” impone a los bebés que se salen de la norma binaria. Por ello, consideran que normalizar la intersexualidad como parte “una serie continua natural de variaciones anatómicas y genéticas”, no beneficiaría sólo a las propias personas intersexuales sino “a todas las personas oprimidas por el sexismo que prevalece en nuestra sociedad”.

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