La Túnica Palmaria

martes, 3 de enero de 2012


La simbología erótica del cabello

En el extremo inferior izquierdo del cuadro Cenizas (1894) de Edvard Munch vemos a una figura masculina agachada con las manos sobre la cabeza, en un gesto de angustia por la sensación de vacío tras el acto sexual. A la derecha hay una mujer de larga cabellera rojiza que se yergue triunfante como un depredador que ha visto satisfecha su avidez de alimento. La antigua dicotomía mujer-naturaleza / hombre-cultura es una división admitida sin reservas en la obra de este pintor noruego. Munch fantasea con la fuerza de una sexualidad femenina a la que representan abundantes y envolventes cabelleras, en su mayoría de un color cobrizo que hace alusión al carácter venusino y demoníaco de la tentación libidinosa.
 El pelo es un elemento ambivalente en la pintura ya que también se considera símbolo de virginidad. La Virgen, en particular en la pintura del Renacimiento, en los Países Bajos y Alemania, es representada con un largo y hermoso pelo en muchas ocasiones, como en las obras de Van Eyck, Bouts, Campin, Cranach, Schongauer o Grünewald. “Catalina de Aragón, el día en que iba a ser coronada reina de Inglaterra, era transportada, camino de West minster, sobre una litera, recatada y modesta en su traje de raso blanco, pero totalmente descubierta la cabeza, exhibiendo su cabellera suelta para informar, en mudo pero elocuente signo, tanto a su esposo como a los que iban a ser sus súbditos, de la virginidad de su cuerpo, nunca transgredido.”[1]
 En La cabellera femenina. Un diálogo entre poesía y pintura, Erika Bornay analiza la fascinación de algunos pintores por el pelo y, paralelamente, el tratamiento que se ha hecho de éste en la poesía en tanto que atributo sexualizante. La autora nos habla, entre otras cosas, de la pérdida de la cabellera como castración, ya que cortar -o en caso extremo rapar- los cabellos de cualquier persona suele interpretarse como forma de castigo o humillación, y los ejemplos clásicos de ello se han llevado a la pintura y a la poesía repetidamente. ¿No fue la envidia por su hermosa cabellera uno de los motivos que indujeron a Atenea a transformar en nido de víboras la cabeza de Medusa? Así lo creyó Ovidio. Por otro lado, en las artes plásticas existen muchas representaciones del pasaje bíblico en el que Sansón pierde su pelo a manos de la seductora Dalila. Pedro Pablo Rubens recreaba la escena en 1609 poniendo énfasis en la expresión de arrepentimiento de ella. Max Liebermann, por el contrario, pintaba en 1901 a una Dalila sonriente sosteniendo la cabellera del hombre a modo de trofeo.

En 1940 Frida Kahlo escribía los siguientes versos en el margen superior de un autorretrato en el que aparecía vestida como un hombre, con el pelo corto y unas tijeras en la mano:

“Mira que si te quise fue por el pelo.
Ahora que estás pelona ya no te quiero.”



[1] BORNAY, E.: La cabellera femeninaUn diálogo entre poesía y pintura, Cátedra, Madrid, 1994. Pág. 68.

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